En la luna se esconden las verdades, desesperadas,
hartas de que las desprecien, como si valiesen nada;
saben que acechan los egoístas que vagan en manadas
y sólo pueden bajar con los soñadores a sus almohadas.
En el sol hay una luz que a unos calienta y a otros quema:
no saber acariciar su brillo es someterse a su condena;
los desagradecidos olvidan el reflejo y se aferran a las cadenas,
y sin más esperan a que se los lleve su soledad.
En las estrellas se esconden sueños tan bellos
que incluso aniquilados brillan,
y cada instante vestido de destello
es un resplandor inmortal, de lo eterno su semilla.
En los relámpagos van malditos y amantes,
el amor y la rabia en un mundo aparte
escribiendo su historia sin olvidar que
ni el momento ni ellos serán como antes
una vez que vuelvan a despertarse.
Y en las nubes…
¡Oh, en las nubes!
Ahí sólo se encuentran
los versos del poeta
al paso de sus sentimientos,
tan libres como el viento
cuando juega con las cometas
y la veleta de sus secretos.