Fruto de apuntes, folios, archivos y notas de teléfono escritas con la idea de recrearme en lo que leo, escucho, miro y toco, esta es una serie de escritos dedicados a mis referentes en el arte y en la vida. Hechos de guiños y reflexiones, no de citas, espero que sea una serie tan infinita como pueda ser mi acceso a la cultura y la gente grande de verdad. Gente que saca adelante cosas que me han hecho estremecerme en algún momento: García Márquez, John Fante, Sam Cooke, Evaristo Páramos, Charly Efe, Palahniuk, Cortazar, Dalí, Dheformer Galinier, Vince Gilligan, Robe Iniesta, Panero, los primeros que se me vienen a la cabeza. Y ¡Juan Rulfo! El primero. Nunca he sentido que lo que uno hace deba ser perfecto. Lo suyo, en realidad y con su tonta obviedad, es que sea trascendentemente fiel a su momento.
(I)
No sé si la muerte existe,
si es un llano final o el tirano principìo
de los recuerdos insolentes.
Memoria y precipicio,
saltos involuntarios, inevitables y cotidianos
sobre nuestras mentes.
¿Quién cae?
¿El muerto o un Yo diferente que aún vive con él
en cualquier mundo paralelo
sin riesgo de parecer la alegoría de un terrateniente?
¿Quién cree?
Humanos son los errores y algunos incluso mágicos
si transforman en orgánicos los horrores
para que auyenten el monstruo de sus temores
en la comarca de los reincidentes.
Las campanas dejan sordos a los difuntos
o es al revés,
y a los amantes negándose
ante la trágica ausencia que es perderse.
Un frío tránsito que se erige siempre
entre el pálpito aun suplicando
y la cruda certeza de la carne inerte.
Pedro Páramo pronunciándose a gritos,
en su Comala aún esperanzada
de almas cuchicheando, como vivientes.
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