Tal y como lo recordaba…
El síndrome espiral del mar,
lo bello del instante que separa
la aparente calma, la incesante tempestad,
el navegante que no sabe qué le depara.
Y los vasos comunican…
En zigzag, la cresta de esa ola
son los chapoteos de un niño
que en Marruecos saltó con empeño
ante el bello batir de alas
de ese ave que ahora planea
entre vientos, sobre mareas,
mientras lo imita la cometa
que un padre regaló a su ángel.
Por tu bien, me dijo alguien,
sé un buscador sin objetivos,
pues ser libre es haber vivido
con las pupilas ebrias de todo
y los labios jugando con la miel.
Piel…Vestida de arena…
Aquellos ojos, un adiós sin odios,
recuerdos, como el viento, queman…
Y al fondo,
donde nadie les ve,
los escualos esperan
con sangre en su sed,
como el hombre a veces,
cuando el poder va en sus fauces…
¿Cuándo dejará de crecer?
Arriba respira una estatua de fuego,
demasiado consciente
de que nadie la apaga,
en eso se parece al pensamiento.
Luego vendrá la luna,
lo más parecido al alma,
soledad de suaves luces y sombras,
todos hablando a solas con su hambre,
sin dóndes, ni nombres ni porqués…
Sin premisas, creen,
serán más libres que ayer.
Y una mujer desnuda
se siente renacer con un gesto,
además de poner de manifiesto
que no existen más complejos
que no aceptarte como eres,
en vez de guiñarle al reflejo
del agua que te mira
orgullosa de cada día en ti.
Mañana todo será un recuerdo,
tan diferente del ahora
como leer esta poesía
y necesitaré rescribir mi historia,
pero será otra herejía.
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