Maldita memoria.
Hay veces que parece que está viva la hija de puta;
tanto que es ella la que me recuerda a mí,
y me revive en su etimología como libremente quiere.
Y me ríe si juega, si aprende, si se enamora,
y me bebe en los bares donde atienden la desesperanza,
el destino que hasta los hielos se traga.
Pero también el tiempo tiene derecho a protestar,
a no conformarse con ser tan jodidamente breve
y tan lleno de problemas, miserias, gilipolleces
que para saber que hemos vivido tenga que recordarnos.
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