En el clamor de otra batalla muda
contra la prohibitiva oscuridad
intento abrir mis pupilas
desde tan adentro que todo duele.
Despellejada noche de sonámbulos
y bisagras avisando estridentes
de las cancelas violadas,
perros con veneno en el filete
y huellas que hasta la siguiente mañana
nadie sabe de dónde proceden.
Nadie deja rastros en la linterna malva
que pretendía testigo
al asombroso espasmo del atardecer;
y la belleza suele guarecer
de las tormentas a quién no teme la lluvia
y se asoma sin miedo a mojarse
en un mundo donde mojarse es sinónimo de perder.
Me declaro perdedor en esta guerra cruel,
mi meta nunca fue un trofeo
estando tan metido en el timbre del recreo
donde niños con una pelota juegan
sin temor a cuántas ventanas tengan que romper.
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