“He ahí al hombre íntegro arremetiendo contra su calzado, cuando el culpable es el pie”, escribió Samuel Beckett en su drama más conocido, Esperando a Godot. Algo similar ocurre con la crisisalimentaria, que no es ficción, pero sí un sinsentido según lo que entienda uno por justicia.
Repaso las noticias de las últimas semanas y sólo encuentro zapatos, zapatillas y chanclas. También alguna que otra alpargata. Pero nadie habla de los pies, de cuan afiladas están sus uñas ni de cómo es posible matar con ellas sin que se advierta un solo juanete. Los organismos internacionales, que controlan como les place el comercio de alimentos junto a las siempre omniscentes multinacionales, cuando más, aparecen como salvadoras de 900 millones de personas. Cualquiera diría que no tienen nada que ver con el hundimiento de los mercados locales, la contaminación, la obsesión por los biocombustibles ni los corruptos mercados de valores, aunque fueran los encargados de liberalizar el mercado a su imagen y semejanza. Tanto es así que ya imagino la noticia de mañana: El presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, ha aterrizado en Haití para presentar la nueva ayuda alimentaria, unos brillantes náuticos primaverales.
Ellos son los que arrebataron la soberanía a los 37 países que sufren la crisis para elegir qué zapatos usar, cuándo y cómo. Así que, digo yo, podían cambiarlos cuando no salen buenos y reparar la herida. O, mejor, que se pierdan por mucho tiempo y les devuelvan la iniciativa, porque está comprobado que lo neoliberal vende mucho pero beneficia a pocos. En cambio, todo apunta a que seguirán regodeándose en las miserias ajenas. No sé cuándo dejará el hombre íntegro de arremeter sólo contra su calzado. Eso sí, espero que sea antes de que se quiten los náuticos para liarse a puntapiés.
Ellos son los que arrebataron la soberanía a los 37 países que sufren la crisis para elegir qué zapatos usar, cuándo y cómo. Así que, digo yo, podían cambiarlos cuando no salen buenos y reparar la herida. O, mejor, que se pierdan por mucho tiempo y les devuelvan la iniciativa, porque está comprobado que lo neoliberal vende mucho pero beneficia a pocos. En cambio, todo apunta a que seguirán regodeándose en las miserias ajenas. No sé cuándo dejará el hombre íntegro de arremeter sólo contra su calzado. Eso sí, espero que sea antes de que se quiten los náuticos para liarse a puntapiés.
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