Hace días que no duermo. Harto de sus tratos, de sus tretas, de su condición de nadies y de todos, según les convenga. Harto de sus antifaces, de sus máscaras. Harto de sus prejuicios, de su ortodoxia, de su indeleble mente dispuesta a tragar sin escupir.
Hace días que no pienso, que no tolero. Mi cerebro vomita bastas y cada neurona porta un arma. Mis ojos amamantan orgullo y mi alma aprende el valor de un NO.
Hace días que busco odios para apuntarles hasta que me supliquen una pausa, hasta que pidan clemencia. Entonces les preguntaré por qué; qué les hace pensar que merecen mi respeto, o mi pena; qué hicieron y cuándo para ganárselos.
Hace días que porto mis palabras, amarradas al impulso, poderosas, libres, dispuestas a salir. Ellas no se disfrazarán, no serán otra mentira. Yo no quiero que les cosan los labios. Tampoco su rabia. No. Son mi única arma, mi único imperio.
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