Ya se fueron aquellos años…
Se fueron todos,
a medida que ardían las horas;
se fueron,
calentando extraños minutos
al fuego lento de los segundos
que cada centésima nos devora.
Ya se va éste momento,
como se irán tantos otros,
ajenos a una nota de papel
donde le recordaba al tiempo
que es demasiado avaro.
Ya se fundió el tiempo
como relojes de Salvador,
como agujas sin ruedas,
como si a su salida el sol
no dar más calor quisiera.
Ya te vestiste de espanto,
prostituyendo tus esperanzas;
sabes que hoy nadie reza
si va disfrazado de esperpento
y cada vez que tropieza
olvida que existe un esperanto.
Y no miento,
si te digo que el movimiento
de cada uno de los cimientos
de esta casa maderera
es el tempo de un momento
que pudo ser la última calada,
el último cigarro,
el último aliento.
En cambio,
nadie recuerda cómo pasa todo,
y así mueren las madrugadas.
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