Tus grandes ojos tan abiertos
rebanando mis entrañas;
apenas los conozco...
¿Acaso no estaban antes ahí?
O era sólo el silencio
O era sólo el silencio
que precede a la batalla
para enseñarte a gritar
antes de aprender a sobrevivir.
Atardecía en tu cuerpo,
no en las olas de aquella playa
y el mar quedaba pequeño
ante la sombra de mis nervios,
casi tan grande como ellos:
diles que no me miren,
que se vayan
más allá de esta orilla
donde ahora soy su pez cobaya
Anochecía y de repente
la noche no era nada,
ni la luna, ni la gente,
ni las notas acompasadas.
Nada, si de repente tu boca,
y de repente sonríes
y de repente me hablas;
nada si de eres acantilado
y eres roca,
nada si las olas chocan,
todo se rompe y dentro estalla.
Cuando la mente imagina besos
que su introversión no puede dar,
como mira al oceáno
aquel viejo farero de Trafalgar.
Tú te acercas,yo me escondo
y escribo por no temblar.
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