Cuántas veces te arrancaron,
zarpazo a zarpazo,
las entrañas de la propia inocencia,
cuántas lo hicieron
queriendo, pensando, ejecutando,
golpe a golpe,
como si no tuviera ninguna importancia.
Matan al niño mientras crece,
lo aniquilan día a día, año tras año,
mientras borran cualquier rastro
de sus huellas en suelos y peldaños.
Ignoran al anciano minuto a minuto,
antes del último aliento,
porque entonces recuerda quién fue,
pierde la memoria “útil”
y recupera los más extraños recuerdos,
en sus cerebros-ultimátum.
Así…Cómo esperas que no sienta
éste invierno cada madrugada
éste no sentir ya casi nada,
todo el frío que trajo el tiempo.
Por qué crees que sólo espero
que me lleven mis quimeras
hechas de rabias y duquelas,
mis breves delirios pasajeros,
un último viaje a donde sea.
Y el final de un estúpido cuento
que a ser estúpido nunca llega,
algún guión donde me espere
mi corazón barrido por el viento.
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