Hay recuerdos capaces de destruir idiomas y abecedarios,
aún tachas con tus labios cada día de aquel viejo calendario;
mares y tesoros profundos donde fuimos náufragos y corsarios
y cartas en botellas por las que fui tu más sincero emisario.
Pasan los años y te veo de cuando en cuando, poniendo las cruces;
pasan los años y pienso en olvidarte, pero me siguen faltando luces.
Sabiendo que hay un código hecho de intrigas entre el amor y el castigo,
haciendo imposibles cálculos atado al vértigo de mi libertad bajo tu ombligo...
Y los latidos pródigos llamando al postigo que da a los sueños
escondidos.
Porque lleva el corazón veinte tiritas, ocho corazas y cuatro abrigos,
pero de nada sirve, hay algo que traspasa y siempre termina contigo”.
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