Pierdo el aliento, una estación y un corazón suicida,
corriendo por los andenes aunque sea en dirección prohibida
¿Cuándo llegará ese tren? Las luces de aviso están fundidas
y antes de nada echo a volar una carta sin sellos, “pensé en tu cuello
y te quiero hablar sobre el destino…Por favor, deja que lo escriba”.
Qué les jodan a las balas perdidas, a los gatillos sin iniciativa,
queda aún por recorrer, también sueños de leña en la guarida.
Y recuerdo que nos despedimos para volver a encontrarnos;
así fue, pero con distinto punto de partida...
Miramos la hoguera y nos volvemos sombras enloquecidas
entre el fuego y las pupilas, porque siempre nos quemamos.
Si te soy sincero, no sé que cojones nos deparará esta vida
pero espero que sea de locuras compartidas
riéndonos del frío lunar con el calor de la mente, el tacto y la saliva.
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