"Quédate mi boca,
no la necesito para nada",
insistí...
Ya se lo había dicho todo
teniéndola cerrada.
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En otro extraño paisaje
bajo la luna de un nuevo noviembre
nos dejaron a solas
bebiendo y dándonos coba
ajenos a la vieja moda
de decir que sería para siempre.
Y no sé cuántas eses
hice para llegar hasta allí;
luego nos dijimos, reímos y al salir
yo me perdía en mis trece
pero ella está preciosa cuando no obedece
y me aferré a la bella osadía de vivir
sin temer cómo amanece.
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Después el rastro
de la piel tramando un duelo
y huellas de gritos
todavía mojados en el suelo.
De recuerdo una prenda castigada
entre el sofá y la pared,
antes de volver a la realidad...
Se me acabó el café.
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