02 febrero, 2015

TRANSITO (Y)

Me tiré del tren sin tan siquiera haber visto la ciudad. Sólo un cartel, allí a lo lejos, con el titular de nosequéespacio. Había visto una preciosa cabaña unos metros atrás, y el instinto fue raudo. Menos mal.... Soy tan raro que suspiro en vez de hablar y cuando mi suerte la vio pasar no pregunté ni por su nombre.

Tan sólo la imaginé con esas locas ideas en los ojos erizando hasta la corteza del viejo árbol. Tan sólo la proyecté tumbada, soñando, cada día, un final feliz para cada corazón noble.

En fin, salté. Quizás allí la podría encontrar. Yo llevaba guardando aire más lustros que vida tengo, que no es mucha pero menos poca. Caminando lento, pisando los miedos que amarré a mis suelas pensando el instante, como si bajo mis pies quedasen aplastadas las trizas de un esperpento. Pero sin una sola frase que decir, tengo que confesarlo, desde mi garganta falta de academias de la lengua que transcriban la boca abierta de mis silencios.

Pronto lo supe, antes de llegar. Quizás antes, incluso, de haber saltado. Allí estaba, sí. Con el otoño y el atardecer confabulando para asesinar la palabra. Cómo describirla, sin resultar un loco enamorado.

No hojas pálidas antes de suicidarse, ni una alfombra de hojas caídas que saltan esquivas a nuestro paso. Su movimiento mientras caen, en el justo instante del mundo transitando hacia cualquier aburrido estado.


Así es ella, el más bello tránsito. De ahí mi silencio. También transitando.

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