Caminé de puntillas durante todo el invierno,
por miedo a despertar a los monstruos de un sólo ojo
que, a pesar de su tara, ven en 3D tus pesadillas.
Sin querer tropecé al final del pasillo,
les sentí moverse y me dio dentera
mas, por suerte, ya no podían alcanzarme.
Tenía tres cuartas de cuerpo bajo las luces,
había caido de bruces, sí,
pero bajo la puerta de una nueva primavera,
donde casi ni duelen las costillas.
El salón estaba lleno de ventanas,
tantas que me costaba distinguir la pared...
Tantas que la atravesaba, sin querer, la mañana
con su haz de vida capaz de hacerte estremecer.
Ya dentro, me invitó a asomarme,
mirar al horizonte y saludar al verano
para pedirle un deseo a su mundo llano
desprovisto de dramas, vacíos y atajos.
Después de formularlo saqué una cometa
hecha con un plano impreso del Google Maps
y mi habitual falta de desparpajo.
Al rato llovieron 216 camas elásticas hinchables
y el mapa con otros tantos puntos ya situados
bajo un titular tan conciso como inigualable:
"Todo comienza con una forma divertida de ir al trabajo".
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