14 junio, 2015

DOS ESTRELLAS

El bebé que al rato fue persona
hecha y derecha,
y poco después justo al revés,
de nuevo pequeña,
abrió sus ojos de golpe
al mojarse el quitasueños
y moverse al son del viento
hasta desengancharse y caer.

Era noche de tormenta,
contra todo convencido pronóstico
del hombre del tiempo...

¿Cómo iba a poder asegurar nada él?
De haber anticipado
unos ojos tan brillantes y abiertos.

El niñó gritó
un miedo ininteligible en significante
pero muy claro en su contenido;
asustó hasta a la luna,
entonces en pleno cuarto creciente,
tal que puso su tobogán 
a disposición de los ángeles capaces
de menguar el insoportable alarido.

El niño vio entonces dos sombras
y sin apenas descubrir de quienes eran
giró su universo recién nacido.

Una protectora y llena de coraje,
con las arrugas preciosas de saber luchar
y el ceño fruncido de aún poder mucho más
clamando al tam-tam del sacrificio.

Otra, más pequeña y similar a él,
niña-adulta-niña según qué sastre la mida,
según la memoria o el presente,
según qué sonrisa corra libre y persiga
al pájaro loco que picotea su olvido,
el amor y la vida a puñados repartidos
en el campo de círculos donde crece el trigo.

Él se giró a mirar y con tan sólo creer
empezó a volver a respirar,
a dejar de llorar y poner 
la mueca oficial del genuino bebé.

Ocurrió mentras discutían el tema capital:
cómo secar las mejillas tristes,
cerrar los ojos y calmar las pequeñas manos
que se agarraban a sus meñiques
como si la alegría dependiese de su siembra.

¿Estaban acaso equivocadas?
Tras esa paz de apretones y estrechos improvisados 
que a las sombras sucedían desbocados
para dejarle sentir y ser sin una sola prebenda.

El niño hoy avanza libre gracias a ellas,
y el hombre también,
pues así ¿Quién quiere dejar de crecer?
A gatas, a tientas y cabalgando sin riendas...

Recordando que tras aquellas sombras 
se asomaron, clamando paz,
las dos estrellas más preciosas
que nadie vio brillar en su primera guerra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario