Una vez morí. Corría un año sin
número en una estación sin nombre. Sucedió tras un instante de
esos que saben a frío y asco de tanta pena. O, mejor dicho, muchos.
Instantes sumos y seguidos. Bien sabemos todos, aun sin estudios, que
de un solo instante no muere nadie salvo que sea ahí fuera, en una
ajena y repentina tragedia. Por dentro no, no muere nadie por un solo
instante. Ni el canario de las soledades entonadas, fallecido siempre
en mitad de las vacaciones de quien le enjaula.
Pero no quería yo hablar de la muerte,
es tan común como aburrida. En un día impar de una estación
florida, ya reinventado el tiempo, volví a verla. La chica de los
ojos abismo y la sonrisa rebelde no era ella misma aquella tarde, con
sal de olas desbocadas cayéndole diminutas por las mejillas. Le
pregunté “todo bien, ¿no?”, con la irónica frialdad que mi
coraza autoriza. Ella río por un momento, pero sus gafas de sol ni
por asomo tapaban ese invierno de entrañas, color azabache, que en
su boca apagaba el final de cada frase.
¿A qué llora? ¿Cuál de sus Yo habrá
olvidado en la reyerta? ¿Acaso el verdadero? Que a menudo olvida
desde que la conozco, por el que tanta alegría he construido y
tantas ruinas describí, en esta osadía de soñar nuestras ideas
(alas, piernas,viajes, locuras y pseudociencias) enredadas.
No me jodas ¿Qué cojones le digo
ahora? Cuando cada lágrima es un bloque de hormigón aplastando
aquel amor, eterno primero y, después y contra mí, fugaz, es
difícil no pensar que la utopía y el tiempo casi nunca coexisten.
Qué coño le iba a decir. Ella
buscaba, como yo busqué, un tesoro. Una suerte escondida en la isla
que todos tienen en los mares propios, esa donde sólo naufraga uno
mismo. Cada uno un mar; cada uno una isla y cada uno un cofre. Qué
decir, ahora que vivo feliz, abriendo cocos, navegando a otros
mundos, aunque sepa que ella, sin querer ni tener las llaves, aún
brilla en el mío. Cómo explicarle que Todo Pasa sin que parezca un
cumplido. Que sonriéndose uno ata las mortajas de cualquier
tristeza, una vez pasado lo repentino. Que así se renace y así se
avanza, y “Lo pasado, pasado No está”, pero es nuevo presente.
Un ahora dibujado por dedos mucho más ágiles, creativos y alegres.
Murales increíbles, de tantos colores que el blanco y el negro
parecen un chiste.
No quiero yo hablar de la muerte, tan
común como aburrida, pero mientras buscaba algo que decirle recordé
que una vez morí. Y sólo articulé un silencio cómplice, una
tristeza muda. Mientras callaba, yo mismo me ataba y, mientras me
ataba, nos sonreí. Por si acaso la teoría se practica también al
compartir. Por si los adentros se comunican y saben de un Te quiero
feliz.
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