No hay héroes del día a día en los cómics,
madres cambiando canelones por golosinas
en raves tras sesiones de Dirtyphonics.
Estampas cotidianas,
el niño que no observa pierde alas
y ejemplos para aprender a volar
de una forma más libiana,
con paradas en robustas ramas...
Cada otoño en cada arboleda
mira a cada pletórica primavera
con un caro invierno por saltar.
Cada paz exige una guerra y ya está.
Mi madre cierra el catalejos,
frunce el ceño
y concluye: niño, hay que luchar.
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