Hay quimeras en la azotea
quemando las costuras de varios viejos disfraces,
viendo pasar las balas perdidas
que durante el día quisieron matarlas.
Ahora vagan solas y sin carne alguna
haciendo uves con su frío tintineo contra el suelo;
acústica de realistas muriendo por las calles.
Y ahí arriba mirando con la duda,
en la más poética de sus muchas intrigas
doce quimeras y un Club de lectura.
Hoy toca el novelista de las muertes justas.
Debaten sobre si deben ser lentas,
se disputan el lenguaje con diversas y vagas razones,
hasta que algo les despista:
hasta que algo les despista:
la vida, su osada luz de fondo, amanece.
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