24 agosto, 2014

DECÁLOGO DE LO (A)SOCIAL (IV): LÁGRIMAS DE ANTIDISTURBIOS

El asfalto ahí fuera duele y quema 
pero camino descalzo 
pensando en las raíces 
que aún quedan bajo las yemas. 

Camino con mis razones y valores 
guardados en el cinto, 
riendo, llorando, dando brincos 
y haciendo como que me despisto 
si me saludan desde el circo. 

La jauría de dudas está en mi cabeza, 
sí, pero las dejo salir y vivir 
mientras las certezas temen y rezan, 
porque confío en la transformación 
del todo a partir de cada pieza: 
poder fallar cualquier día 
mientras el tiempo me endereza. 

Que cuando vuelvan me devoren 
y me sepan decir, 
desde sus nuevos y crudos adentros, 
quién soy ahora 
que me decidí a distinguir 
entre la apariencia y su fondo, 
el error y lo cierto. 

Haciendo como que estoy solo, 
pisoteando las mentiras 
que me hacen ser distinto 
mientras bailo otro pogo, 
desnudando a ostias 
lo que me queda de instinto. 

Entre malas escenas 
escritas con palabras de relleno 
sobre este mundo obsceno 
y la hipocresía de verbena 
que hoy se refleja en mi prepucio: 
la paz en las barrigas llenas, 
el concepto de lo extremo, 
mandamientos con veneno 
y lágrimas de antidisturbios. 

Y cuando enfría la noche 
me vierto en una taza de café 
por repasar el poso de sus clichés 
a ver por dónde cojea la falsa fé 
que esconden todos los fantoches. 

Derrochando palabras 
porque se para qué valen, 
te metería hasta el corazón 
pero ni dilatando te cabe.

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