El periódico anuncia un nuevo pacto
que perpetúa la distopía;
en la tele te engullen con imágenes
y en las redes millones de cápsulas
desenfocan la realidad
bombardeando con ajenas perspectivas
que enmudecen a quien grita.
Ya no hay un objeto claro que mirar
si te hablan de cadenas;
ni la suficiente distancia
para que veas el problema
con una mínima y necesaria subjetividad.
Cámaras perdidas en tiranas ecuaciones,
el salón es escenario de otra cena para idiotas;
confabulan tecnócratas y reinas de corazones
para que el ego y el rencor exentos de humanidad
obtengan la mayoría que los tiranos compran.
Y en las entrañas del laberinto
unos pocos se encuentran
justo donde tú te pierdes:
unos envenenan la manzana
y otros tan sólo muerden.
Lo malo de cualquier circo
es que si eres raro te encierran,
si no pagas no entras,
si no sonríes desconfían y te echan,
y en cualquier caso tú pierdes.
Y pocos se quedan fuera
haciendo malabares con fuego
y fumándose carcajadas
sin miedo a una enmienda
impulsada por quienes cuecen
todo lo que su nada enriquece;
esos muchos que siempre te comen
pero por dentro nunca crecen.
Pocos dicen quererte sincero
y, de esos pocos, muchos te mienten.
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