Ya no quiero en la garganta
cuerdas de testamentos,
ni pulmones negros de pena
para deseos sin aliento.
No más drama en esas camas
de celulosa blanca y frustrada
por la ausencia de bellos verbos
que les dejen hacer sentir
la inmensidad de mecer gritos,
que tan eterno y dulce es su peso
diciendo más incluso en silencio...
Callada locura que al caer viví.
No me aburras con mentiras
ni esquivas estrellas fugaces
atadas con cuerdas y bridas
al cabecero de un sueño añejo.
No me digas que no sabías
ni des vueltas a la cárcel
donde voluntariamente me metí
antes de saber que sería así.
No me pidas lo que nunca me diste
pensando en lo que no te prometí
si en esa mueca triste que sacaste
del bolsillo de nuestro desastre
sólo hay trizas de un instante
y no de lo que hasta ayer
era siempre contigo, nunca sin ti.
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