Llegó diciembre en la treintena
y yo seguía en aquella orilla;
una vecina pidió pruebas,
saqué arena de mis zapatillas.
Me dijo "sigues igual, con la misma fiebre"
y yo callado, con la frente ardiendo
y el corazón en cada valle de mis adentros;
con el mercurio en fase de pruebas,
leyendo esquelas y cagándome en los muertos
de quienes dicen que dura poco un Para Siempre.
Quise ser libre,
disparé al aire y saltó la liebre
con otro bando del cielo:
'Los deseos embusteros van por carta,
a fin de mes escriban a Oriente'.
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