Intento ser un náufrago
en éste mar de errores,
nado con todas mis fuerzas
pero no sé dónde está la orilla.
Acaso no existe isla
lejos del viejo continente
y el horizonte es un espejismo
de algo que ya no existe
por mucho que uno resista
y quiera ser superviviente.
Intento cambiar de dirección,
hacer lo que siempre quise
aunque la lenta muerte no entienda
del difícil don de perdonar;
aunque hoy nadie distinga
entre luchadores y sumisos tristes,
los barcos de la memoria
no lleguen ni a los arrecifes
y sus tripulantes terminen por apostatar.
Acabaré en las profundidades,
sentado en una silla sin nombre
que sólo el fondo sabe sujetar;
agarrado a un invisible papel mojado
que el cruel pero veterano olvido
convierta en simple despiste...
En otro ahogado contra su propia voluntad.
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