16 septiembre, 2015

MI ETERNA APOLOGÍA

Sigo haciendo apología de su nariz deforme;
unos esquivan a Aquiles obviando sus talones
yo decidí enfrentarme a ellos.

Hay en lo imposible un sabor agridulce,
una esperanza y un dolor desgarradores
y cada vez más profundos pero,
como ella, incomparablemente bellos.

Cuando la veo me siento
un hombre trajeado agarrado a un maletín
que, mientras vende realidad,
se descubre creyendo sólo en sus sueños.

Mi cabeza es así,
me afloja la corbata, me tumba en cualquier parque
y cuando llega la noche
me enseña a interpretar el cielo.

La única manera de transformar el dolor,
dice, mientras señala perseidas,
es declararle su condición de pasajero. 

La esperanza es otra cosa
y ni yo me entero de lo que dice
de tanto que titubea.

Siempre se lía cuando se recrea
mi cabeza al merodearte.

La esperanza es otra cosa, sí.

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