Lucho cada día en mi vida a vida
por no sonreírle a esa extraña forma
de conjugar la felicidad.
Me dejo los puños contra una pared difusa
y creo que soy yo al que rompo
pero no termino de saber cómo:
unas veces soy cemento y otras cristal.
En el caos que son mis nudillos
en su incipiente guerra contra la soledad
empieza a brotar la sangre
y no sé si es mía o de otro Yo más solitario.
Cuando coagula y leo el futuro
habla de los muros que puse a ese oscuro mundo
con una aparentemente tonta pregunta:
¿Cómo destruir con materia lo material?
Exprimo, saco un zumo de mi cerebro
y sólo entonces me comprendo,
Sólo entonces, aún siendo tímido,
quedo de verdad quieto, rojo y mudo,
pensando que no soy yo esa lucha,
ni el cemento ni el cristal.
Salgo de mi cuerpo y río el ojo por ojo
y a la asamblea de majaras
todos asisten para preguntar para qué.
Siempre terminan destruyéndose solos,
como perdidos en el sinsentido de una finalidad
que una vez conseguida exigirán otra
en el bucle infinito del más frío y falso placer.
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