29 septiembre, 2015

RENACIMIENTO (III): VIDA

Me sorprendió la vida perdido en un páramo de hojas casi secas
que aprendí a escuchar en silencio
en su último atardecer siendo ellas malvas y anaranjados rumores de ramas.

Las despedía en su tránsito alado,
tatareando por dentro el son de su caída según el viento,
tragando una nostalgia por cada nuevo pedacito de manto,
como si así las llevase de vuelta o pudiese engullir el tiempo.

...

Así me sorprendió, la vida,
y lloró de pura risa con sus ojos de primavera infinita,
empapando a las difuntas y emplazándome
a escuchar también el más bello y obvio de sus secretos.

Allí me tumbé,
y dejé pasar los días, semanas, meses, no sé;
masticando el olor de la tierra mojada,
dando graciosas formas a las nubes con mis dedos.

A ratos soplaba con tanta fuerza
que me perdía en el interminable giro de un gallo veleta,
o contaba ovejas que literalmente volaban
y pastores locos detrás de estas, 
con sus bastones rabiando por tocar de nuevo el suelo.

Otros el siseo de la brisa parecía una nana
meciendo a una señora mayor con corazón de bebé;
la letra hablaba de la ingenuidad aun sin memoria
y en mi cabeza quería abrazarla
pensando en lo bello que he vivido y nunca recordaré. 

...

Tantas cosas desaprendí allí tumbado, 
sintiendo,
que al cabo sonreí como nunca al darme cuenta
de que estaba raspando dramas
y bajo la corteza era muy distinto el cuento.

Sonreí y reí y reí, sin miramientos ni hacia mí,
y me deslloré desde los cimientos
para rehacerlos con perdices que también pueden comer.

Las sentí salir de una jaula con el pico lleno de llaves,
dejarse estaciones enterrándolas
y emprender el vuelo con ese orgulloso aleteo
de haber hecho la libertad muy bien.

Fue poco después,
en el mismo instante de posarse en él por primera vez
cuando sentí al árbol cantar bajo la tierra,
como si su raíz fuese la boca abierta de otro universo.

...

No era sino el mismo,
éste que parece cada vez menos nuestro.

Vida clamando a los cuatro vientos su materia:
despojada de más parafernalia
que el desnudo aliento del impulso
recorriendo la suerte no ser inertes
a través de nuestros tallos y arterias. 

¡Lo siento!

No sabía de la savia,
en el sentido abstractamente estricto de saber,
escribiéndome el afuera a mí y para adentro.

Nada sabía del poder,
en el sentido estrictamente abstracto
de la hoja que de la rama de un árbol sale.

NO OLVIDARÉ

Que me sentí emperador
al conquistarme a mí la vida.

Sin ese afán de poseer. 

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