El frío abraza las paredes de la catedral
y creo que Dios ni se inmuta
pero un loco se ha subido a lo más alto
para descorchar el tiempo
con la arritmia de sus campanadas.
Eso leo mientras imagino su reflejo roto
en el suelo a cada pisada
cuando corra, ya de vuelta, hasta su casa
con cara de satisfecho.
Hoy llueve a gusto de todos,
las luces de los taxis se difuminan en la avenida
y, dentro, dos recién llegados observan
las gotas que empapan lentamente
a dos jóvenes sobre la acera, despidiéndose a bocados.
Ningún titular lo contará mañana,
pero el tránsito y el amor
también son noticia bajo los temporales
y más si son como este, inesperado.
Yo, mientras, ideo novelas,
poemarios con aire inacabado
y los compases salvajes
de las ventanas cuando son pianos.
No hay monotonía en la lluvia ni adrede,
con tanta mente adicta al arte
de escuchar lo que quiere cuando quiere
o ser cualquier sentido entre hueso y carne.
Mientras leo se eriza mi piel;
agarro con fuerza la manta otra vez
y tiembla en su taza el café:
TAMBORES DE GUERRA VIENEN A VISITARME.
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