Fue mi corazón una cicatriz,
hoy sus dedos
invitándome a un cigarro.
Es mi corazón humo
a menudo estrellado contra un cenicero,
ligero ahora desde sus labios.
También como ellos... ¡Imprevisible e inevitable!
ES MI CAÓTICO MÚSCULO,
DULCE Y DESPIADADO.
Suspendiendo en su aprender sin fin
en la escuela libre de los impulsos entrelazados.
Como las mentes sin rostros,
que se comen mirándose
frente a sus almas espejo
hasta sentirse en el cuerpo del otro.
Como si no existiese
sin la utopía inconsciente
de hacerlo latir en otras manos.
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