10 septiembre, 2015

DULCE DESARRAIGO

Érase diez uñas agarradas a una espalda;
el camino hacia la locura
ha de comenzar por desvestir la propia piel.

Su verbo expiraba en mi cuello
cuando comenzó a desatarse la tormenta
y, rendido a la sinfonía de su pulso,
saqué mi alma a la intemperie.

Me empapaba el cardiograma de cubos de pintura,
yo sólo me perdía, me manchaba.

Cuando, ya loco, sentí faltarme el aire
mire en sus ojos redentores
y descubrí el sentido de no pertenecer.

Fue esa dulce muerte,
puesto perdido de todos sus colores,
la que me enseñó a abandonarme.

Ella me arrancaba, 
con todas sus uñas, la coraza.

Yo cada vez más mojado, 
a cada tinta salida de sus estímulos.

Me dejé llevar;
ni me ahogó, ni me ahogué.

Salí a la superficie de nuestro lago,
dejando en el fondo
al Yo que nos quería sólo por y para él. 

Dulce desarraigo
compartir sin pertenecer.

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