18 diciembre, 2008

NO QUIERO FIRMAR


El alma es un palacio que no necesita llaves, un paraíso que nos refleja. Por eso buscamos miradas. En el mundo de la autoridad, de los odios y de los miedos, hay cadáveres vivos que gritan desde cualquier rincón que el alma no existe. Apuestan por su mente, a la que llaman razón, aunque esconda lo peor de ellos y sólo a veces tristes y tremendas dudas; también huidas vestidas de autoengaño.

De tanto sobrevalorar cráneos, muchos mastican intelectos con balances y porcentajes, para ver quién corre a un epicentro llamado poder. Aunque todos tengamos uno de esos, un buen cráneo, una cabeza ahí sujeta, cedemos el orgullo de gobernarlo a cambio de dictaduras, "democracias", monarquías y leyes, por ejemplo.


Mientras tanto, el corazón bombea. Es un músculo, dicen. Lo repiten. Una y otra vez. Pero cuando tengan enfrente al de la guadaña...Verán la vida y eso que llaman músculo de otra forma. Si les aterra acariciando con sus cuencas vacías, con el irremediable final, a su padre, a su madre, a sus abuelos, a un amigo, a un maestro... Tampoco pensarán en un músculo. Después de eso, todos tenemos el corazón en la cabeza, y no al revés. Todos olvidamos ese puto contrato que nos apunta, que nos vigila y nos hace esclavos: somos lo que tenemos, lo que parecemos y aquello a lo que aspiramos; piensa, sigue tu meta; pisa, písales, haz lo que debes; piensa; piensa... Lo olvidan, hasta que vuelven a la normalidad, cuando el tiempo hace de verdugo y lo más importante, lo que quedó, se pierde... Y vuelven a firmar su puto contrato.

Hace tiempo que no siento un músculo. Cada latido es un reflejo y cada mirada es el latido de otro alma, de alguien que acaricia con su vida y esconde un paraíso. Y... No quiero olvidar. No quiero firmar. No quiero ser otro puto cadáver.

15 diciembre, 2008

Sus pupilas

Tras la madrugada, dos párpados nerviosos se suicidan. Deciden decirle adiós al juego de dados, anteponer la cuestión de placer a la de Estado, sutil diferencia entre el ser y el parecer. Salto con ellos por la ventana. Es un decimoquinto piso, pero el asfalto esconde rabias y amortigua el impacto. Los vecinos observan, como si se tratase de un loco. Todavía hago y deshago el tiempo y sé distinguir colores. Pero ladran. Ladran. El miedo les convierte en perros. Admiro sus pupilas. Ya no están ahí. Decidieron escapar.

30 noviembre, 2008

Mi único imperio

Hace días que no duermo. Harto de sus tratos, de sus tretas, de su condición de nadies y de todos, según les convenga. Harto de sus antifaces, de sus máscaras. Harto de sus prejuicios, de su ortodoxia, de su indeleble mente dispuesta a tragar sin escupir.

Hace días que no pienso, que no tolero. Mi cerebro vomita bastas y cada neurona porta un arma. Mis ojos amamantan orgullo y mi alma aprende el valor de un NO.

Hace días que busco odios para apuntarles hasta que me supliquen una pausa, hasta que pidan clemencia. Entonces les preguntaré por qué; qué les hace pensar que merecen mi respeto, o mi pena; qué hicieron y cuándo para ganárselos.

Hace días que porto mis palabras, amarradas al impulso, poderosas, libres, dispuestas a salir. Ellas no se disfrazarán, no serán otra mentira. Yo no quiero que les cosan los labios. Tampoco su rabia. No. Son mi única arma, mi único imperio.

10 septiembre, 2008

Y después de tanto... (I)















Harto de que no dejen
que las agujas se detengan,
le dije al tiempo
que teje lo incierto
"estoy en mi puta burbuja,
por favor, no vengas más"...


Y vuelvo al universo
donde vuela mi musa,
pintando versos,
trazando besos
de esos que te hacen recluso,
y pienso... Lo que ella vale
sólo lo saben las estrellas,
firmamento de retales
donde escribió sus iniciales.


Me pierdo...
Cojo el tic-tac de mis miedos
y lo krujo con un tam-tam,
melodía de muerdos
en noches que arden
incluso después del amanecer,
cuando uno no puede despertar
y desea con esperanza
que amenace con reaparecer.


Miedos...
Quién no los tiene
y quién los quiere...
Ya me dijo tu mirada
"si a ellos te atienes
lo pierdes todo".


Y desde el lodo del lloro
de mi yo interior
supe que tenía razón...
Me devoraba aquel infierno
hecho de espinas, enfermo
de un pasado plagado
de dardos llamados recuerdos,
donde el dolor quedó inserto,
pero..



¿Quién tiene la culpa?
Miro a mi alrededor y palpo
un mundo demasiado imperfecto
donde sólo tuve mala suerte.


Sí... Momentos tristes...
Y mentiras, muchas mentiras,
y huidas a escondidas...
Y cuando todo iba medio bien
que se vaya otra vez,
pero ésta para siempre...
Y esos ojos... Que me encojen
sin que nada les deje escoger.


Sí, mala suerte, la última bala,
puta balada que bailaba
sobre nuestra jodida nada,
la puta nada, la injusta nada,
fria, cruel y absurda inercia
como tu ausencia al dia siguiente.


Pero sé que querría
que pueda vencer,
que me habló de sueños
para que soñásemos,
para que aprendiera
a emprender el vuelo
mirando al cielo.


Y después de tanto
mirar hacia atrás con espanto
cierro los ojos sobre el alambre
y noto el universo tan grande
como ese verso que con hambre
quiere hacer libre al hombre.


Y después de tanto,
la vida es tantear lo que nos asombra
hasta la huida, bajo la cumbre,
bajo esa luz que nos alumbra
aunque se derrita con las sombras.


Después de tanto,
vago danto tumbos
entre la alegría y la tristeza,
esquizofrenia hecha de momentos
que a veces es mi lastre eterno,
pero... Después de todo...
en mi bolsillo queda una certeza:
sólo deseo que cada nanosegundo
de mi vida cunda hasta el final,
que sea tan hondo como andar
entre las caricias de un hada
mientras desliza su sonrisa
y se eriza su cabello,
el bello destello de placer
que nace entre dos labios
y su imperio, el intervalo
de susurros y magias sin adios.


No sé, a veces sueño...
((gracias))

03 septiembre, 2008

Ruido de raíles

Una nota, dos, tres… Las encadena con su sonrisa, que a menudo nubla el acordeón que encoge y expande con las manos mientras juega a afinar el universo entre sus dedos. Uno los confunde porque entonan la misma melodía, un tango sacado de la nostalgia y… Quién sabe, a veces suena a esperanza. Cuatro, cinco, seis… Esa mirada contrasta demasiado con las demás. En este vagón, como en todos, la gente no atiende a ningún paso. Cualquier detalle se pierde en el vacío de lo suburbano, donde nadie sabe si el de enfrente está ensimismado o, simplemente, ha dejado que le conviertan en otra máquina. El ruido de los raíles devora momentos como un tic-tac sin sentido, y en cada parada los que llegan al fin de su travesía o cambian de ruta se levantan sin hacer un solo gesto. Siete, ocho… Él no se detiene, pero sí su sonrisa, y se asusta.

Tres paradas. Cambia de vagón. Espera unos segundos. “Damas y caballeros, espero que les guste. Buen viaje”. Buen viaje… Se ríe; alguno le sigue, qué ironía. Y de nuevo se suceden las notas bajo su humilde imperio, otra calada de alegría. Nueve, diez, treinta… A mi lado, dos compañeras de clase charlan: una indecisa (“Joder, verás como suspenda. No sé… Con lo que he estudiado…”) y otra no tanto (“¿Qué dices? ¡ Si estaba tirado!”). Nada importante, pero es su epicentro. Cuarenta, cincuenta… Reconozco la canción por Barrio, una película que nunca he olvidado. Él le da otro toque, vuelve a sonar a añoranzas teñidas. Es su momento, quizá mucho más que una moneda. Imagino que en su bolso se funden las caras con las cruces. No sé si alguien en el vagón lo piensa, pero su mirada manda al desgüace eso de que no hay nada más certero que el dinero. Y me pierdo en su esperanza. Si existe algún profeta, debe ser un músico.

Sesenta, cien… Las máquinas siguen echando humo. Mis compañeras, como autómatas, piensan en alto. “Pfff… Podía dejar de tocar de una puta vez”. Las imágenes más jodidamente tristes de Barrio transcurren en un vagón y en un lanzamiento masivo de monedas, mientras los tres amigos (uno de ellos acaba de morir) observan y esta canción suena. Le miro. Creo que les ha oido. Los demás miran al reloj. Mierda de… Él no se detiene, pero sí su sonrisa.

27 agosto, 2008

Hijo de puta


Hijo de puta, dile a tu odio
que no quiero ser otro esqueleto,
otro dato para su imperio,
otro preludio con olor a féretro.

Hijo de puta...
que deje de apuntar a mis sueños,
cargando miserias,
disparando miedos,
empañando tanto daño
a la rebeldía y sus peldaños

...Dile a tu odio,
que no me trate como mercancía,
somos personas, no recursos
confundidos con máquinas reclusas,
sin vida, sin latidos, atadas al comercio,
separadas de la utopía.

.......................................................
...Que abandone todos esos teoremas,
ya no dan de sí más…
El universo no admite que lo domen,
que cabalguen sobre su lomo,
el decide dónde, cuándo y cómo
encogerse, expandirse y brillar.

.......................................................
Que no destruya más natura,
si somos Tierra que camina
y no un Cronos que consume
vidas a cambio de las ruinas
tras el paso de tanta locura,
antifaces del “hoy” contra el futuro.

Hijo de puta,
acostumbrado a que nadie se inmute,
a ser el cerdo que guarda el poder
y guiarlo a tu antojo como una batuta
sin nadie ante quien comparecer...
Guarda tu odio bajo llaves,
algún día tendrás que pararte y podrás ver
que algo late segundos antes de desaparecer.

29 junio, 2008

Apaga esa luz


Apaga esa luz. Dile a la luna que sea muda esta noche. Ella sabe que a veces necesitamos que el mundo calle y escuche, aunque sea una sola vez, tan sólo una, lo que esconde el silencio tras los pasos del grito y del llanto.

Apaga esa luz. El alma, quiera o no, es una perpetua prisión cuando no deja volar sus pasiones. Entre destellos, lo nota y se pierde mientras cada miedo ríe victorias. Por eso la condena es una vida hilada de improvisaciones.

Dile a la luna. Susúrrale que eres otro ser, otra noche. Quizá cuando el infinito nos ilumine bebamos de su luz sin dejar que nos queme, tumbados sobre la cima, que es la inmensa paz que piensa el camino para que podamos afrontar el mañana, aunque un triste amanecer se vista de amenaza y dance con el imperio del odio detrás de la ventana.

Ella sabe que alguien quiere despertar otro día con los párpados en alerta; quiere que jueguen a ser dos, a elevar la utopía que esconden sus ojos para recoger con una sonrisa cada mirada.

Quiere que pienses una sola vez, tan sólo una, qué te lleva a creer que es imposible tirar tú mismo los dardos y buscar tu ansiedad en cada segundo. Qué te lleva a caer, en lugar de reptar, si es necesario, hasta que despunte el alba.

Cuando sientes el silencio, escuchas más que nunca porque te encuentras a ti mismo, con tu fantasma, con tu sombra.

Cuando os sentís en silencio, la escuchas más que nunca porque sus pupilas susurran todos los versos que nunca recitaron sus labios. Y te encuentras con su fantasma, con su sombra. Entonces sabes, por fin, qué es eso que alguien llamó “magia”. A veces no lo sabes; pero lo más precioso de conocer a una persona es poder intuirla según te da la bienvenida y dejar que ella se descubra según abandona su prisión.

28 mayo, 2008

Brillantes náuticos primaverales

“He ahí al hombre íntegro arremetiendo contra su calzado, cuando el culpable es el pie”, escribió Samuel Beckett en su drama más conocido, Esperando a Godot. Algo similar ocurre con la crisisalimentaria, que no es ficción, pero sí un sinsentido según lo que entienda uno por justicia.

Repaso las noticias de las últimas semanas y sólo encuentro zapatos, zapatillas y chanclas. También alguna que otra alpargata. Pero nadie habla de los pies, de cuan afiladas están sus uñas ni de cómo es posible matar con ellas sin que se advierta un solo juanete. Los organismos internacionales, que controlan como les place el comercio de alimentos junto a las siempre omniscentes multinacionales, cuando más, aparecen como salvadoras de 900 millones de personas. Cualquiera diría que no tienen nada que ver con el hundimiento de los mercados locales, la contaminación, la obsesión por los biocombustibles ni los corruptos mercados de valores, aunque fueran los encargados de liberalizar el mercado a su imagen y semejanza. Tanto es así que ya imagino la noticia de mañana: El presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, ha aterrizado en Haití para presentar la nueva ayuda alimentaria, unos brillantes náuticos primaverales.

Ellos son los que arrebataron la soberanía a los 37 países que sufren la crisis para elegir qué zapatos usar, cuándo y cómo. Así que, digo yo, podían cambiarlos cuando no salen buenos y reparar la herida. O, mejor, que se pierdan por mucho tiempo y les devuelvan la iniciativa, porque está comprobado que lo neoliberal vende mucho pero beneficia a pocos. En cambio, todo apunta a que seguirán regodeándose en las miserias ajenas. No sé cuándo dejará el hombre íntegro de arremeter sólo contra su calzado. Eso sí, espero que sea antes de que se quiten los náuticos para liarse a puntapiés.

21 abril, 2008

Alma desnuda

Sucede que me canso de ser hombre,
como Neruda,
harto del alma débil, llena de hambre,
colmada de dudas
que a duras penas siente la condena
de un presente incierto
y un futuro cargado de veneno,
alma que vacila sobre un precipicio,
siempre pendiente de un un fino alambre,
siempre bailando entre trapecios…

Vi a mi alma mirarla desde un rincón,
preguntarse por los recuerdos más grandes,
más bonitos, más suyos, lo que quedó
mientras ella lo guardaba todo
por si tuviera que preguntarle
qué cambió, qué pasó con el fuego,
con el calor que trazaban sus dedos…

Sus labios iban recitando versos
de poeta roto, de esos que caminan
sin voz ni voto recitando rimas
por si le hicieran volver a caminar…

Sucede que a veces me canso de ser alma,
casi como Neruda,
pero ahora quiero ser un pájaro sin nombre
y dejarla desnuda.

Vago por las calles de la luna,
esas que pierden una estrella
por cada recuerdo, triste,
esas que se quedan sin destellos
por cada sonrisa rota,
esas que esta noche brillan menos
por cada vuelta que añoramos.

A gritos por los rincones de la ciudad,
como un muñeco de trapo
que nunca tuvo certezas ni fe,
pido que no me atrape esta maldita sed,
que me arranquen la memoria,
que me olvide la nostalgia
y nadie me pida más sueños,
cuando las madrugadas son tan frías
como este puto día sin peldaños.

Y le ruego al espejo
que esconden sus ojos:
ábreme el alma
y dime, no sé, dime algo…
Hay letargos demasiado amargos,
insomnios de lágrima embargan
el sentido de este latir incierto
que unos días dice que estoy vivo
y otros declina: estás muerto.

Acostumbrado a escuchar la marea,
sé que la realidad nunca será
como uno quiere que sea,
que duele no entender las palabras
que buscaste en tu azotea
y cuesta afrontar la odisea
cuando no te alumbra

ni tu propia sombra.


Y vuelvo a rogarle al espejo
que esconden esos ojos:
no quiero ser alma,
sólo ese pájaro sin nombre
al que alumbre la luna
y vuelvan a acariciar
las sombras de tus manos…

Sólo ese pájaro sin nombre
que aprenda a volar,
desnudo.

08 abril, 2008

El hombre de la pecera


Cuando aun era un niño, solía divagar con un amigo sobre la existencia de un extraño personaje al que llamábamos “el hombre de la pecera”. Pensábamos que era posible que a través de aquellos cristales mágicos pudiera vernos mejor y controlarnos. Por eso, siempre nos despedíamos, entre risas, con la consensuada amenaza: “¡Eh, no lo olvides! El hombre de la pecera te controla”. Más tarde descubrí en la distópica novela de George Orwell, 1984, que no habíamos sido demasiado originales. Pero desde hace unos años me planteo si toda esta paranoia no está yendo más allá de la ciencia ficción. Quizá el hombre de la pecera exista o el Gran Hermano nos vigile.

No creo que a los trabajadores de Lidl les parezca ciencia ficción su situación laboral. La cadena de supermercados les espía con microcámaras para redactar informes sobre ellos donde apuntan rasgos íntimos de su personalidad como “empleada introvertida y de aspecto ingenuo”. Intuyo que tampoco es ficción para los currantes de otras tantas empresas que revisan su correo personal, graban sus conversaciones con amigos y familiares o vulneran de cualquier otro modo su derecho a la intimidad .

Supongo que no les causaría tanta impresión como a mí la idea de aquel hombre en su pecera a todos los turistas que son sometidos durante más de dos horas a los caprichos de la policía norteamericana. No después de que revisen con una lupa el contenido de su ordenador, tras todo el proceso de identificación, desnudo e incautación de “materiales de alto riesgo”, llámese champú o after-shave. De igual modo, poco sorprenderá el relato de Orwell a los biandantes en la Calle Montera, dentro del nuevo circuito de videovigilancia, ni a los que estén tramitando el nuevo D.N.I electrónico o fichen en el trabajo con la palma de su mano.

Me va a costar recordar esta anécdota como la gran idea que fue en su momento. Además, reconozco que la juventud nos delató, porque la pecera no es de un solo hombre. Son demasiados, y lo más preocupante es que entre ellos se encuentran quienes deberían representarnos. Ellos también tratan a los ciudadanos como sospechosos crónicos, según dicen, por nuestra seguridad… Es una pena, pero mi amigo tenía razón: lo malo es que desde una pecera no se puede preguntar mucho.

02 abril, 2008

Las escuelas también son para las niñas

“Iba a la escuela […] Me tuvieron tres semanas seguidas en un motel. Cuatro hombres me violaron. Yo gritaba, pero nadie podía oírme porque tenía la boca tapada. También llegaron otros hombres. No pude seguir asistiendo a la escuela. Siento tanta vergüenza y tengo la sensación de que todo el mundo me mira como si fuera una delincuente”. Cuando una niña se dirige cada mañana a la escuela, espera conocer, aprender y divertirse, no que le ocurra lo que a esta niña albanokosovar de 13 años. Sin embargo, según ha denunciado Amnistía Internacional, las niñas son víctimas de la violencia en escuelas de todo el mundo.

La educación es un derecho humano. Los Estados deben garantizar que todos los niños reciben una educación primaria obligatoria y gratuita. En cambio, desde Estados Unidos a China, muchas niñas van a la escuela cada día con miedo. No sólo a estudiantes, sino a profesores, a administradores y a desconocidos. El resultado es que tienen dificultades para aprender, pierden su autoestima y no vuelven. Solo vieron segregación, prejuicios y discriminación, el reflejo de una sociedad machista donde les consideran inferiores. Desde ese momento arrastrarán las consecuencias: entre otras, problemas emocionales y físicos, mayor riesgo de contraer VIH, dependencia económica y una dificultad para reivindicar sus derechos.

El acoso se ha generalizado en muchos países. La mitad de las niñas de Malawi confiesan que han sido presionadas por profesores o compañeros con alguna intención sexual. En las escuelas públicas estadounidenses más del 80% de las niñas de 12 a 16 años lo sufren, y es algo común en Honduras, México, Nicaragua y Panamá. También son numerosos los casos de agresión. Uno de los más recientes es el de la niña violada por cuatro muchachos en el lavabo de su colegio, en Grecia, mientras la grababan con su teléfono móvil.

A ello se suma el castigo corporal, que en 2006 seguía vigente en 94 países. Es inaceptable que a estas alturas aún se azote a las niñas con látigos o cables eléctricos, como ocurre en Haití, o se les arroje ácido, una práctica común en el sur de Asia.

La discriminación es, por distintos motivos, otra lacra que deja a muchas menores sin su derecho a la educación. El cobro de tasas escolares y otros gastos que se exigen en los centros, constituyen un obstáculo enorme para muchas familias, y las niñas, cuando es necesario elegir, tienen más probabilidades de exclusión. Además, en algunos lugares expulsan a las alumnas que quedan embarazadas. En Tanzania fueron expulsadas más de 14.000 alumnas por esta razón, a pesar de que en muchas ocasiones se debe a casos de violación o matrimonios de temprana edad.

También es preocupante la situación en las zonas de conflicto, donde más de 30 millones de niños no asisten a clases y las niñas son secuestradas por grupos armados, cuando no heridas, violadas o muertas. Un claro ejemplo es Sierra Leona. Durante la guerra civil alrededor de 3000 niñas fueron raptadas como esclavas sexuales.

Frente a estos hechos, muchas organizaciones civiles actúan a nivel local. En Togo, el grupo de apoyo Arc-en-Ciel lucha desde 2005 para evitar el acoso sexual, reducir la propagación del VIH/sida y crear enseñar a las niñas y adolescentes a defender sus derechos. El Programa H plantea otra necesidad en Brasil y México: ayudar a los jóvenes a cuestionar el machismo y promover la igualdad de género. En cambio, deberían ser los Estados los primeros responsables. Si no se acuerda un pacto global con medidas para que se cumpla el Derecho Internacional, será difícil una solución definitiva.
La violencia que hoy padecen estas niñas se reflejará también en las generaciones futuras. El miedo que hoy aprenden en las escuelas lo vivirán mañana en la sociedad. Ante esto, no basta con justificarse diciendo que no hay medios, porque la violencia siempre es evitable. Es cuestión de voluntad política para prohibir toda forma de violencia, apoyar a las víctimas y hacer de las escuelas lo que deberían ser, lugares seguros donde aprender y divertirse como lo que son: niñas.

20 marzo, 2008

Distancia (Habeas Corpus)_Disk-Yonki I

Me pregunto y te pregunto,
si existe el cielo y si existe el infierno,
y si es posible que estemos los dos en los dos,
casi al mismo tiempo.

Me pregunto y te pregunto,
si es posible vivir en un sueño estando despierto,
si cuanto más despierto me siento
más se alejan mis pies del suelo.

La respuesta que busco en tus labios
la descubro en tus ojos,
cuando me miran, me lo dicen todo.
Y maldigo una y mil veces esta distancia
que va de tus manos a mis manos…
Es entonces cuando más te pienso.
Es entonces cuando más te sueño.
Es entonces cuando más te quiero.

Busco a mi alrededor y no encuentro nada.
No veo nada que no sea esta distancia.
Nada que no seas tu y esta distancia.

Me pregunto y te pregunto,
si te puedo tener sin tenerte y tocar sin tocarte,
si es posible no verte y mirarte.

Me pregunto y te pregunto,
si se puede morir de dolor recordando un instante,
o simplemente abrazando tu imagen.

Mientras busco entre mis esperanzas
la esperanza de nunca perderte,
la esperanza en que este sueño dure
cuanto menos para siempre.
Y maldigo cada segundo que no paso a tu lado,
cada instante en que quiero y no puedo...
Es entonces cuando más te pienso.
Es entonces cuando más te sueño.
Es entonces cuando más te quiero.

Busco a mi alrededor y no encuentro nada.
No veo nada que no sea esta distancia.
Nada que no seas tu y esta distancia.
(Nada que no seas tu. Nada si no estas tu.
Nada que no seas tu. Nada si no estas tu)

28 febrero, 2008

Cristales rotos


Hay momentos que nunca imaginamos, que vivimos como una lágrima eterna, que nunca queremos recordar y para los que nadie nos ha preparado. Nadie nos dijo cómo afrontar el sufrimiento, qué se siente, cuándo nos dejará en paz. Qué hacer cuando todo lo demás desaparece y uno siente que todos los gritos, las respiraciones entrecortadas, entre los filos de lo que nadie entiende, se concentran en su alma. Nadie.

Adrián se quedó solo. De repente, se encontró allí, en un rincón de débiles aristas, solo. El tiempo se había vuelto cruel, viciado por el designio, desde hacía tiempo; sin embargo, a uno le cuesta aceptar que llegará un momento en que el destino imponga sus malditos caprichos a la posibilidad de elección. Y aquella habitación se convirtió, sin darle tiempo a sentir el siguiente amanecer, en un cubo de rubik con colores demasiado desgastados, vacíos. Mientras buscaba un poco de claridad, se dio cuenta de que no podría agarrarse ni a su propia sombra.

Si había tanta oscuridad, era porque le echaba mucho de menos. Durante todo el tiempo transcurrido antes del puto día D y la puta hora H supo que aquello ocurriría, pero nunca llegó a entenderlo. Ahora, en los altavoces de aquel rincón una voz desgarrante le recordaba algo que no olvidaría el resto de su vida: “Hay días que mejor sería no despertar. Hay sueños que mejor sería no soñar. Hay veces que mejor sería no pensar. Hay Heridas que no van a dejar de sangrar”.

Le pidió que lo repitiera una y otra vez. Sabía que iba a ser así; sólo intentaba asumirlo. Por cada rasgueo de guitarras lo pensaba. No debería haber despertado jamás.

Lo último que recuerda antes de deshacerse, de morir con todo aquello, es que quiso regalarle una poesía. Que las palabras danzaran al reflejarse donde no alcanzamos a tocar, para que supiera lo mucho que le quería, lo mucho que le echaría de menos, con sus virtudes y sus vicios, con todo lo que le había enseñado, a ser él siempre, a soñar -“que te roben lo que quieran, pero nunca los sueños”-, a escuchar con el alma. O, al menos, decirle que guardaba un baúl con cada una de sus sonrisas.

No pudo. Buscó una y otra vez su reflejo, pero el puño sangraba, envenenaba la tinta. Sólo caían cristales rotos. Y caminaba pisándolos, en su puto Territorio Comanche particular. Siempre la misma pregunta. No; uno no puede ser reportero de su propia guerra. No puede mirarla desde fuera y escribir otra Ilíada. Y si grita a los cristales- ¡nadie me preparó!- los rompe aún más. Y le rajan.

Adrián nunca dejó de llamar al alquimista. Seguro que en este preciso momento le está pidiendo ayuda. Sólo quiere darle un abrazo y otra bienvenida. La tinta, por desgracia, se corrompe en cuanto siente su mirada, todos esos cristales. Quizá se haya acostumbrado: cuando uno está perdido, las lágrimas impiden decir.



22 febrero, 2008

Reclamar lo que somos



Las actuaciones de Estados Unidos y la Unión Europea socavan el avance de los derechos humanos a nivel mundial, según ha denunciado la organización Human Rights Watch (HRW) en su informe anual. El progresivo recorte de libertades en las democracias consolidadas y su apoyo a Estados autoritarios que se esconden bajo una fachada democrática amenazan los derechos fundamentales de los ciudadanos y, con ellos, su dignidad.


La Declaración Universal de los Derechos Humanos cumple su sesenta aniversario y aún no se han establecido los mecanismos efectivos para que se respete y aplique. En todos los países, aunque de diferentes maneras, se violan estos derechos. Sin embargo, no pueden ser sólo una quimera porque constituyen la premisa mayor sobre la que se fundamenta la justicia: el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.


Desde hace años, muchos gobiernos quieren hacer de la “democracia” una etiqueta; a su imagen pero sin semejanzas. El presidente chino, Hu Jintao, que pronunció 60 veces “democracia” en un discurso en el Congreso del Partido único, es un claro ejemplo.


Cada vez es más fácil para los gobiernos autócratas lograr el reconocimiento internacional por el simple hecho de celebrar unas elecciones. Lo hacen con el beneplácito de sus aliados, y a estos no parece importarles que países, como Nigeria, Jordania, Tailandia, Kenia y Rusia, recurran a técnicas que son ilegales en el derecho internacional, como el fraude electoral, la supresión de los opositores o el control de los medios de comunicación y de la sociedad civil. Al mismo tiempo ignoran la violación de los demás derechos, reconocidos o sin reconocer, que pertenecen a todos sus ciudadanos por el mero hecho de ser personas, sin los cuales unas elecciones, por muy limpias que estén las urnas, no pueden componer una democracia.


A pesar de que el reconocimiento de los derechos humanos fundamentales es la mayor conquista histórica, las democracias tradicionales los entienden como una cuestión de intereses. Según Kennenth Roth, director ejecutivo de HRW, “Washington y los gobiernos europeos están dispuestos a aceptar incluso la elección más dudosa, siempre y cuando el vencedor sea un aliado estratégico o comercial”. Sólo así se entiende que Estados Unidos e Inglaterra no hayan condicionado su ayuda financiera y militar a Pakistán, donde las elecciones se han celebrado en Estado de excepción y con más de 2.000 jueces y opositores detenidos. Y, de la misma forma, sólo por las grandes reservas de petróleo y gas se entiende que la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa haya otorgado la presidencia en 2010 a Kazajistán, a pesar del fraude en las elecciones del pasado año.


Las propias democracias consolidadas utilizan la defensa de los derechos humanos para violarlos de forma constante. Es su excusa preferida para justificar guerras, bloqueos, torturas y muertes de millones de civiles sin dar cuenta ante los tribunales. Uno se pregunta con qué legitimidad va a invocar los derechos humanos la Administración Bush, que aún mantiene en la Bahía de Guantánamo a 275 detenidos sin acusación formal ni garantía alguna, entre otras muchas atrocidades de su guerra contra el terror. O cómo lo va a hacer Inglaterra mientras actúe como una “Stasi británica”, tal y como la ha definido el analista Timothy Garton Ash, y se empeñe en involucionar con numerosos recortes de libertades derivados de su política antiterrorista, que le acercan de manera peligrosa al autoritarismo.


Todo indica que sería bueno rescatar la idea de una Declaracion Universal de los Deberes Humanos, defendida por José Saramago y otros intelectuales. Del mismo modo que tenemos unos derechos irrenunciables, deberíamos ser conscientes de nuestro deber de exigir que estos se cumplan siempre, en cualquier lugar del mundo, y no tolerar más violaciones. Si queremos que éste sea el siglo de los derechos humanos, deberíamos empezar por reclamar a nuestros gobiernos que prediquen con buenos ejemplos para que dejen de anteponer sus intereses, alianzas y obsesiones a la justicia. Para impedir que la democracia se convierta en una farsa. Para que nos devuelvan lo que somos.