Mi conciencia es polvareda de caballos
apátridas,
rastro efímero en el desierto
de los escuadrones que enarbolan la
mentira colectiva:
orden cualquiera hacia una meta sin
camino.
Suena la música
mientras le digo al horizonte que solo
huyo del ruido
“Respeta las distancias;
es vivir, no estar más cerca, lo que
hoy desata mi júbilo
y no te quiero más cerca de la cuenta:
en cuanto esos bárbaros trepas me den
por muerto
podré volver a respirar tranquilo”.
Si se acabasen los sueños de mis ojos
abiertos
sería como vivir la propia muerte,
trascender la extraña esencia que
mueve el mundo.
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