09 junio, 2013

ANATOMÍA DE NUESTROS MUERDOS Y DELIRIOS (Introducción)

Escribiendo la serie "Sweet Home Telegrama" llegué a un quinto poema que incluso me gustó. Simple, sincero, cotidiano, tan crudo como positivo, libre.  Muy cercano al estilo que quiero dar a mi primer trabajo "serio", así que he decidido empezar ya con él.

Pongo un fragmento de su introducción y dejo de publicar en éste blog, no sé si lo cerraré o lo dedicaré a publicar las tonterías que tengo guardadas o escriba aparte, probablemente lo segundo, que le tengo cariño (Krujir con K, que venga Peter Pan y te lea).


ANATOMÍA DE NUESTROS MUERDOS Y DELIRIOS (Fragmento Introducción)

Delirar no es algo que se aprenda. El delirio ocurre durante un instante, tiene un tacto, sabe a locura, guarda su propio olor y, lo más importante, se siente de manera única e inalterable. Puedes delirar muchas veces, hacerlo con la misma persona, en el mismo lugar; incluso puede  nacer de la misma idea. Pero nunca, y en ese sentido no hay excepciones, NUNCA, se repite.

Delirios son los secretos que guarda la vida para demostrarnos que merece la pena vivirla. Delirios son secretos que, sin saberlo, guardan las personas para demostrar a las demás qué es un regalo y cuál es la mejor forma de compartirlo.

El delirio es una clave sin descifrar en nuestra cabeza, y delirios son los surcos y arrugas del tiempo en ese gran músculo vestido de alma, con banda sonora propia, que cada uno dibuja de una forma para terminar llamándole, como todos, corazón.

Delirio es presente, pero también pasado. Ser loco por ti, o haberlo sido, por ejemplo, pues el delirio, como el amor y la suerte, nunca se olvida. De ahí la magia de los recuerdos. 

Si eres de los que ansían el futuro, tienes tu ración de delirio a ras de cualquier inesperado sueño. Eso sí, si más adelante se cumple, recordarás que fue diferente.

El delirio tiene forma de mueca tonta y, por supuesto, de sonrisa. Hay tantos tipos de delirios como tipos de sonrisas, pero elevados a todo aquello en lo que seas capaz de pensar mientras sonríes, añadiendo las variables Antes y Después de. 

Lo mismo ocurre con la mirada, la caricia, las palabras dichas por quien te delira y una serie innumerable de cosas que suelen ir al gusto del delirante. Una playa, la lluvia que cae tras la ventana, la encimera de la cocina revisitada con fantasía, el kilómetro cero de un viaje a cualquier parte, los dedos que recorren su espalda y la boca que muerde. Muerdos. Hasta aquí quería llegar.

El muerdo es la expresión perfecta del delirio. No piensas darlo y sabes que puede gustar o doler, pero quién lo evita (....)