15 diciembre, 2015

"13" VECES "13"




-Nací en la cima de un orgasmo ¿Qué quieres? Siempre río hasta el mar- dijo muy bajito, mirándome fijamente, como quien habla con los ojos y subtitula a golpe de labios. Cuando la conocí ya tenía esas formas de fuego avivado en calma, calor de chimenea que apacigua un invierno en Tromso.

Siempre me hablaba de sus tormentas, y se preguntaba en voz alta si existiría un océano donde pudiese anclar su alma. Después daba un trago, se tapaba con la manta y cambiaba de tema, como escapando de sí en sí. Con casi diez años menos, parecía haber vivido el doble. Se sabía de memoria el canto de los pájaros que escuchaba durante el día. Cantaba para después dudar de los mirlos vestidos de blanco y los gatos que no eran negros. Decía 13 veces 13, convencida de un fatal destino pero intentando enfrentarse.

Después de decir, daba otro trago y, de cuando en cuando, extendía en la mesa alguna otra cosa. Siempre mezclaba, como haciendo equilibrio, y después de inspirar, con los ojos rozando el techo, volvía a los míos. Sonriendo con sus pupilas lunares.

Nunca llegó a decirme que soy tímido, sólo pedía que cuando hablara, la mirase. Respetaba mis tiempos, sin esperar más de mí que yo mismo, y eso me gustaba. Si me notaba callado, decía un simple “Tío, cuéntame algo que no sepa”, y yo desplegaba alguna mierda de teoría de esas que me invento sin ninguna base. Solíamos discutir sin parar. Me encanta provocar a la gente, pero con ella era distinto. Me daba por satisfecho cuando la veía reír lo suficientemente entretenida. Ya lejos de sus dudas, de sí en sí y todo eso. 

Y otro trago y otro techo. Se sabía de memoria el monólogo de Martín Hache, ese de que hay que follarse las mentes, y yo le decía que, para eso, lo mejor sigue siendo desnudarse. “Otro pájaro cantando”, qué acertado. Ella pintaba entonces paisajes sin miedos adonde llevarme (-Woww ¿Qué es?- ¡Elige!Aurora boreal vista desde Reikiavik o una parte de tí) y yo escribía en un poema sobre un océano donde quizás sí podría anclarse (-Mírate aquí-¿Aquí?-Si llega tu ancla, sí)

Siempre sin forzar. Si nacía el muerdo, nos mordíamos. Si nacía el sueño, a soñar. Lo que no surgía una noche, se compensaba al día siguiente, como si la luna no se apagase nunca antes de las doce.

Me encantaba su forma de moderse los labios, de hacer como si nada si en vez de su propia boca era la mía. Si sus uñas arrancaban piel como quien acaricia inexacto. Pero, sobretodo, su forma de quitarle el peso a todo cuando el todo era nuestro.

Seguimos viviendo y probando juntos en el poco tiempo que, juntos, me pareció menos aún. Un sábado, al volver a mi ciudad, la llamé para decirle alguna tontería. “Ya he llegado, ¡Que echarme de menos no llame al 112!”. Móvil apagado, días y días y días pensando mierdas y mierdas y mierdas. Pero la vida es exactamente eso: una búsqueda desquiciada que termina flotando.

Y ahora vuelvo a odiar las cajas de madera, los incendios sin quimeras, y mi corazón necesita que la cabeza articule un monólogo. Pero ¿Qué monólogo? Si su ausencia me habla de su ausencia y su recuerdo de su recuerdo. Si sus palabras son sus palabras. Si su sexo en mis ojos cerrados todavía gritan con su voz contra mi cuello y las sábanas, todavía húmedas, hablan de los besos tras los polvos que siempre duraban Hasta mañana. 

Recuerdo que una vez iba tan ciego que no pude empalmarme. Ella estaba radiante, alumbraba cada poro de mi puro instinto, pero fue imposible y, cuando pedí perdón con varios sinónimos, la escuché reirse. Me dio el beso más dulce de todos los que supo darme y lo emplazó al día siguiente antes de decirme aquello. Cómo olvidarlo. “Nací en la cima de un orgasmo ¿Qué quieres? Siempre río hasta el mar”.



09 diciembre, 2015

"PRECLARO"

Alguna tarde brillará esa luna tímida
que asoma como tapándose la boca
por las traseras del pantano
mientras atardece y el sol se suicida 
en la mirada de los jóvenes
que no saben aún de puntos muertos.

Alguna tarde a ese horizonte
de brochazos y colores confundidos
lo llamarán "preclaro",
como si fuese inspiración del hombre,
empeñado en catalogar
hasta el sexo según los condones.

Después,
con el primer aliento de la noche,
los jinetes vendrán
sin permiso ni apocalipsis
y el futuro será un lejano galope,
tambor de salvajes caballos.

Caerán entonces los atrapasueños
sobre cada cama de cada corazón ocupado
en preocuparse demasiado
y reirán los ojos abriendo el techo
para observar el universo
sin la pesadumbre de tanto equipaje
vendido y comprado.

06 diciembre, 2015

UN ELEFANTE A HOMBROS

Salí de aquella cárcel de marfil
con un elefante a hombros;
dentro todos reían, 
con los dientes en los barrotes
no sé si por miedo o pena 
o que no sabían 
que a quien salvaba era a mí.

Estaré muy lejos cuando el ruido se detenga
y las fauces del absurdo
aprendan a mirarse sin espejos.

Quizás ya entonces
el elefante y yo seremos otros,
mutuo animal de las vísceras sin rostro
navegando sobre un velero de papel.

Río arriba,
contra el hondo caudal de las lágrimas
que lloraron después de llorar
los ojos que nos arrancamos antes de ayer.

Se asustarán los propios demonios
al escuchar el caótico grito
de nuestro amor sin amo ni piel

y al llegar al punto más alto de la montaña
agarraremos por los pies su deidad
para arrancar lo poco que quede de su fe.
  
Después miraremos el mar sin excusas
y mojaremos las manchas del tiempo sin tiempo
en las esferas de los relojes absurdos. 

La vida que no se vive entera,
como un día sin palabras
o besos en labios y bocas reclusos
o un Te Quiero que es verano sin enero,
o el desamor, cárcel del Ego,
deseo amortajado, felaciones inconclusas.

NADA

Mi corazón es sólo espejo
de una cabeza desordenada,
ahí arriba mi padre me mira,
dice "Hijo ¿Por qué lloras?"
Y como si me conociera
me abraza antes de que diga NADA.

Sus ojos siempre arrancan las malas hierbas 
y la hiedra que sube por mi cabeza
desde las raíces de una vieja almohada.

¡El caos que me despierta!
Que me grita, que me riñe, que me ata;
en la duermevela sin sus manos
que ya no distingue una sola verdad.

¡La realidad no existe!
grita el niñato caprichoso
que habita mi Yo tirano.

Pero qué sabrá él de la soledad.

09 noviembre, 2015

UNA ALEGRE NANA

Llega su nana sobre una rama
escrita en la sola hoja del viejo árbol
que tras el verano no quiso caer.

Llega latiendo vida a contratiempo
en las yemas de un bajista
que, ya caído el telón, sigue con sed.

Antes cortó las cuerdas de los rehenes
y derribó las paredes de lo que, querían, su desahucio;
irrumpió en descorazonados cuerpos acorazados
con los ojos de un color que nadie sabe,
con la vida que si no vives nunca descubres.

Y lloró de risa como si no hubiera mañana
y al saber que no lo había lloró de sorpresa otra vez;
lloró de todas las formas que merecen la pena,
la pena de la tristeza no, nunca la había podido ver.

Cabía un océano en cada una de sus lágrimas,
y en cada océano el aleteo de un ser tan hermosamente extraño
que nadie sabría si es pájaro o pez.

Salió del llanto y riendo buscó una rama
donde escribirle al otoño una alegre nana.

Precioso folio, piensa posado Ahora,
la sola hoja que sigue en él;

FORTALEZA hecha vida, naturaleza INDOMABLE,

como la nana que llora una madre
cuando su hija llora al nacer.

SINESTESIA

Oigo lobos en esas farolas
mordiéndose sus noches sin lunas,
el nihilismo inconsciente,
la desembocadura de cuatro piernas,
despecho tras el paritorio
de los amargos amores non natos.

Aquí dentro es otra cosa,
mi sombra apartada
bajo la lámpara del alma atenta,
sintestesia en la alegoría
de una tormenta de verano.

Siento que hoy palpo tus gritos
en cada uno de los versos
que describen el vuelo de la falda
de una delirante pendiente 
sin rocas ni Sísifos.

Recorro tu gusto y, por gusto, me paro.

Las sábanas desterradas,
el pulso de las lenguas dibujando
el tacto de una partitura
hasta el valle de este compás desquiciado.

Llegarán los vecinos
con la Orquesta Sinfónica de la ocre envidia
a decirnos que nos callemos.

Será cuando no queden relojes
en este Kairos sin tregua
para abrir siquiera la mirilla de la puerta.

Cuando nos falten bocas
para rendir cuentas
ante cualquier otro capricho tirano.

PERO ¿QUÉ QUERÍA?

El viento cambia y es mi alquimista;
tú muerte entre las flores,
yo vida a pesar de y contra las espinas

¿Qué vas a hacer? Seguirle la pista,
ya sé que todo oscila,
incluso la intención,
pero deja que aprenda y resista.

Entre el tumulto segregador
de animales que no se aceptan,
que no se respetan,
que tan poco se quieren 
y a tanto se obligan.

Ya fui como ellos, me puse la meta,
me obsesioné con llegar
y cuando estuve a las puertas
y vi que esa utopía no existía
reí las ganas de no ponerme a llorar.

No era lo que quería,
pero ¿que quería?

En cada pregunta una luz
plácidamente violenta,
como si se pusiesen nerviosas
las sombras de mi oscuridad.

03 noviembre, 2015

INTERLUDIOS (IV) : PRECIOSA CASUALIDAD

Cuatro de la tarde de un domingo cualquiera y, de pronto, la vida. Puedo escribir setenta poemarios o una novela de ochocientas cincuenta y siete páginas intentando acertar a describir la magia de un imposible, mi imaginación hecha letra, pero, de repente, un instante. Uno solo, inesperado como casi todo lo que merece la pena, y cuatro mirlos blancos llegarán batiendo sus alas para cogerlo todo y tirarlo a la basura. Para decirte "has fallado, no pasa nada, somos tu suerte. Siéntelo y disfruta, ya escribirás más tarde".

Imaginas sus ojos tal y como los recordabas en las pinceladas de las extrañas ausencias. La nariz, la boca. Claro que ha cambiado, como todos con el tiempo, pero yo hablo del brillo, la esencia, el recuerdo traído al ahora.

Me agarro al pálpito y soy una válvula, y en cada arteria crepita la más preciosa y repentina casualidad. Menudo desahucio el ahora ¿No? Mi corazón no admite antidisturbios, ni órdenes de jueces absurdos. Está hecho para sentir, agarrarse a esta vida que es una noria, una atracción sin trazado fijo. Para sentir y gritar.

Y mientras imagino y escribo este alegre Renacimiento que ahora vivo, cuatro mirlos blancos llegan batiendo sus alas. Me dicen "Tssss...¡Espera! Nada tan inspirador, ¡respira esta casualidad!"  

RENACIMIENTO (VIII): LAS FLORES

Soy yo el payaso que quiso ser niño sin complejos
y ahora camina con regaderas llenas en sus manos;
piso cristales de espejos rotos
por la avenida de una guerra que nunca empezamos.

Entre los escombros crecerá una flor,
y otra, y otra más,
según se tambalee el agua al urgente paso.

Serán como migas de pan o baldosas amarillas,
alegres pistas entre huellas de barro,
de cuando fuí a darnos de beber a las bocas de cada sed,
de cada día sin poder ser, de cada error y cada herida.

De ese camino que fue su guerra
haré una vía para compartir mi paz sin fin...
Será las flores que hoy nos regalo. 

01 noviembre, 2015

RENACIMIENTO (VII): POR CESÁREA


El otoño llegó a los ojos de una mujer risueña,
que solo se enfada cuando alguien miente o le llama princesa.

La conocí lejos de Disney, en el Valle de la magia,
donde la felicidad siempre se pare por cesárea
después de luchar contra una lluvia de hojas cayendo
gritando desde los adentros, de pura rabia.

A juzgar por la fortaleza de sus puños
juraría que ella veía el advenimiento de sus lágrimas.

Allí mató a su tristeza del Ambroz
y, por fin sonriendo, cambió de ojos y pasó de página,
paseando con su cesta de mimbre la escala de colores
que era el manto de aquel noviembre. 

Fue cuando me miró
y el siseo del viento trajo de un pueblo cercano
un brindis por la alegría
agarrada a las manos, las gargantas, los corazones

al pie de la nueva estación
con pinceles, guitarras, voces y la sintonía
del arte llenando las calles.

"El viento cambia y no hay quien lo señale",
nos dijo un señor experto en vivir.

"Cambia y lo mueve todo de sitio
sin arrancar la llaneza de sus verdades".

RENACIMIENTO (VI): SONRÍO A MI AMIGO

Entran los acordeones por los entresijos de un viejo calendario
y en el quicio de las ventanas susurra el otoño;
un aburrido gris desdibuja las formas de las nubes
pero anoche sudé venciendo en mil pesadillas y ahora me siento verano.

Hay huelga de maquinistas, relojes y mentiras
y en la Plaza de la Santa Protesta todos le cantan a la vida;
charlan los ojos con un brillo inusual,
como si antes de decir todo sonase ya a alegría.

Atardece y, como ajeno, el cielo amenaza azabache
pero me apetece llevar la contraria
y subo con mi bonita maldad a pintar la noche.

Hoy ella no trabaja de camarera
y cuenta desde los adentros qué quiere ser de mayor;
brindo, sin perfer el hilo,
por su belleza entre palabras prendidas
a la osadía de seguir luchando por cuanto soñó.

Cerca, mi amigo mira a una chica
con la boca abierta de un indiscreto animal cazado;
me pregunto cuántos besos de tímidos
habrá en los vasos de la barra y los cubos de basura;
adónde irán las ideas entrecortadas,
las caricias que no se dieron, las piernas descabezadas
y mentes que aun queriendo no se han follado
y se arrepienten luego, en una aurora ya sin cobertura. 

Entonces tiemblo y se me escapa el pulso
por los puntos de sutura de mis cosidos delirios,
falso techo de lo que creía ya arrancado.

¡No!No estoy vacío. 

Cambiamos de sitio y comentan que hace frío;
me bebo cuatro termómetros
a ver si me templa un poco la razón.

"¡Abrígate!", dicen, 
pero me sigue pareciendo verano
y a saber lo que he pintado,
esa luna podría ser sol.

Sonrío a mi amigo, que sigue embobado,
mientras palpo mi pecho.

No digo nada pero le comprendo:
resulta que no he perdido el corazón. 

23 octubre, 2015

PÓLVORA Y MIEL

A veces la luna se esconde
y me cuesta varias cervezas ver bien
para unir los márgenes del río.

Si soy noche no me fío,
los laterales del puente son nadies
enfrentándose al equilibrio de sus pies.

Ahí abajo saltan peces,
nacen circulos concéntricos
me despisto...
¿Cómo serán los que trace
al caer?

Me sujeto al mundo justo por donde me visto,
agarrotados como zarpas innatas:
difícil es cruzar sin ellas si no cuidas tu fé.

La tentación es fácil pero más el Ego,
luego piense/o no/ que/ aun sin querer/ existo
la oscuridad es un término confuso
capaz de hacernos tanto confiar como estremecer.

Dile a un borracho cómo salvarse
y se suicidará para reirse cuando le llames cobarde:
yo ya lo hice y renací sólo por joder.

No sabría explicar lo que aprendí,
ni la exacta parte de mí que entonces destrocé.

Pero ahora esa inspiración no duele,
la luna sale sola y ya no queda nada,
solo un recuerdo que, según escribo, se borra
de aquel puente que nunca crucé.

Bombas y resaca,
espectáculos sentado en la orilla,
pólvora y miel.

DOS NADAS QUEMADAS

"Mirándome fijamente no te vas a comer nada",
dijo, a unos siete metros,
con la leve brusquedad que puede alcanzar una mirada.

Yo era entonces aspirante a borracho
haciendo una pasantía en la sala de operaciones
donde se salvan nueve de cada diez madrugadas
y pasé de largo a su lado
con el orgullo barato que gastan los novatos
pensando dejarle con las ganas.

Quién me iba a decir, años después,
que lo recordaría tan bien al volver a verla,
siendo ya un reputado cirujano
en la sala de los indomables pensamientos
donde no te salva de tí mismo
ni uno sólo de cada diez espasmos.   

"Pedirte fuego es poco menos que una coartada",
le dije, a medio milímetro
de un incendio y dos nadas quemadas.

EL CLUB DE LOS NIÑOS INGOBERNABLES (III): AIKO

Bajo la leve luz de una tarde otoño
las hojas del libro huelen a verano
y un lector vuelve a ser niño
jugando con Aiko a hacer palmas
rodeados de caballos salvajes
en el valle de un recuerdo ya lejano.
Ya no es Turquía un país
al que viajar para olvidarte de todo;
al pasado sólo se regresa
bajo la leve luz de una tarde de otoño.
Y yo regreso si me despisto,
si el flash evoca y vuelvo a ser niño,
y siendo niño me enamoro.

EL CLUB DE LOS NIÑOS INGOBERNABLES (II): CÓMICS

No hay héroes del día a día en los cómics,
madres cambiando canelones por golosinas
en raves tras sesiones de Dirtyphonics.

Estampas cotidianas,
el niño que no observa pierde alas
y ejemplos para aprender a volar
de una forma más libiana,
con paradas en robustas ramas...

Cada otoño en cada arboleda
mira a cada pletórica primavera
con un caro invierno por saltar.

Cada paz exige una guerra y ya está.

Mi madre cierra el catalejos,
frunce el ceño
y concluye: niño, hay que luchar.

ANATOMÍA DE NUESTROS MUERDOS Y DELIRIOS: DÉJÀ VU

Viví tanto y tan rápido
que ahora me cuesta sentir incluso nada.

Tan de golpe sentí
que la vida hace saltar la sangre
de las bocas abiertas mirándose absortas
en el ring de un eterno déjà vu,
sin más toalla que una roída, sudada y gris.

Y todos se niegan a tirarla ahora;
nadie quiere claudicar por mí
a pesar del coágulo, la garganta, la soga;

Tanto y tan rápido
que sin querer me arrodillo para implorar:
no la tiréis, 
dejad que me arranquen la memoria.

20 octubre, 2015

RENACIMIENTO (V): MUTUO INFINITO


No tengo musas ni las evoco
como esos aspirantes a poseer también por escrito
en la escuela de egoistas
que hasta ajustadas las cuentas no se dicen malditos.

Yo a ella la convoco
a crear y destruir juntos nuestro mejor cadáver exquisito
y después follarnos contemplándonos
en los lienzos y folios hechos polvo tras el Mutuo infinito.  

Moriré siendo ceniza mojada si termino solo
o una de dos llamas en un pequeño incendio aún por conocer.

Nunca tierra seca, nunca un ser vacío
con el rencor vaciándome
tras tanta obra de am/arte al pigmento vivo,
erizando la tinta roja bajo la piel. 

UN CLUB DE LECTURA

Hay quimeras en la azotea
quemando las costuras de varios viejos disfraces,
viendo pasar las balas perdidas
que durante el día quisieron matarlas.

Ahora vagan solas y sin carne alguna
haciendo uves con su frío tintineo contra el suelo;
acústica de realistas muriendo por las calles. 

Y ahí arriba mirando con la duda,
en la más poética de sus muchas intrigas
doce quimeras y un Club de lectura.

Hoy toca el novelista de las muertes justas.

Debaten sobre si deben ser lentas,
se disputan el lenguaje con diversas y vagas razones,
hasta que algo les despista:
la vida, su osada luz de fondo, amanece.

EL VERDE Y LA MIEL

Cream, John Mayall, Isaac Hayes
rompiendo los acordes del tiempo,
la muerte, la tristeza, los altavoces.

Conduzco al atardecer entre estampas secas
escapando de ellas mientras el sol muere detrás
con el verde y la miel en los ojos
sólo para decirte que ya no temo la oscuridad.

Casi diez años han tenido que pasar,
debajo de los charcos, pisando las tormentas,
enfriándome al sol, quemándome la nieve,
regalándole pelos a la almohada y la bañera.

Diez años casi recordando tus lecciones,
la serena algarabía de tu mirada
diciéndome en silencio que no,
que por encima de todo seremos quimera.

Y escapar de la gente mala,
y destrozarme vivo arrancándome las contradicciones
por no perder mi poca humanidad.

Escribiendo para comprendernos.

Y buff... Si tú me leyeras,
si supieras
que hoy, por primera vez, te puedo visitar.

Por fin como tú mereces,
con el verde y la miel en los ojos,
cerca de tí me sentaré.

Y cantaré sin saber cantar
y sonreiré bien hondo al confesarte que ya sé
por qué preferías las caras B.

Después volveré, 
cuando el sol diga que aún espera
y conduciré con el verde y la miel
de mirar también a través de tí
los imposibles de nuestra vida entera.

14 octubre, 2015

A QUIÉN GOLPEAS

Cuando empiezo a escribir salgo de mí;
mientras salgo de mí, me escribo.

¿A quién cojones escribo entonces?

Poco saben de eso las ¿muchas? letras,
                                                    "signos" y (espacios)
que unen palabras e hilan versos
                                                      y puntos y aparte.

Sólo mi puño podría ser testigo...

¿A quién GOLPEAS cuando escribo?

                   ¿Al folio 
                         o 
                      a mí?

Menuda retórica la de este espejo
de tinta, de tachones, de dudas.

Hoyos aleatorios en el camino,
puedo caer pero quién me encontrará.

Dudo que alguien
                                mientras 
                                                 sigo.... 

13 octubre, 2015

INTACTA

Cincuenta y dos años después, Lucía volvió de la mayor guerra que nadie en el mundo pueda recordar dentro de alguien. Vio un letrero medio caído y detrás la que fue su casa, con las paredes desvestidas por el abandono y las enredaderas creciendo despreocupadas. La rodeó con pasos lentos pero ya decidida a empezar de nuevo y, según se acercaba al columpio que su padre construyo en las traseras de su entonces resplandeciente hogar, sintió temblar la tierra. Como golpeando los relojes y calendarios que rigen el ritmo del mundo. Como si, cincuenta y dos años después, su vida recobrase el sentido de cada uno de sus sueños sitiados.

A cada paso, dos golpes de tambor, y otros dos, y otros dos, cada vez más firmes y claros. Ya allí, con sus dedos acariciando una vieja rueda de tractor colgado entre dos cadenas oxidadas, parecía abrirse el suelo de arena ante las arrugas de su cara. Desplazó la rueda con una mano para escarvar debajo con la otra y, después de un rato, ahí estaba. Tal y como se había dejado, dentro de esa vieja lata. Una niña latiendo, intacta.

¡SIMPLE!

Notas caen del cielo en una tarde gris y la garganta de Sam Cooke desgarra las nubes para decirle a los charcos pisoteados que nada llueve como la esperanza. Hay una honda alegría, una testaruda inocencia donde su voz necesita posarse. En la habitación 706 de un hospital de Salamanca un caballero de 88 años recibe la noticia: el amor de su vida va a visitarle.

Recompuesto sobre la cama y aun después de una dura operación por la que apenas puede moverse, resuelve pedirle a su hijo que le afeite. Péiname, dame esa colonia que tanto le ha gustado siempre y dile al médico que quiero recibirla sentado, le dice. Aunque sentarse duele, poco le importa. Simplemente quiere esperarla. Ya sentado en el sillón, aguardando su llegada con la vista clavada en la puerta, el trasluz de las ventanas queda reducido a cero por el brillo de sus ojos de niño.

Las pupilas que esperan son las que más brillan, concluye una enfermera que pasa por allí y, sin ser alcahueta, se detiene a mirarle, sorprendida. Las pupilas que esperan recorren el pasillo, bajan las escaleras, queman las ruedas en cualquier distancia y abren con premura la puerta de su casa para besar el día con el deseo amaneciendo entre dos bocas.

Dicen que desde que nacemos nos acompaña una sombra. Unos hablan de la luz y otros de la muerte, pero, en realidad, poco saben de la muerte los segundos y menos aún de lo que vale la vida. O eso pienso mientras imagino a ese caballero sentado, esperando su vida entera.

Notas musicales desgarran nubes en una tarde gris. De un edificio sombrío sale una luz distinta, como riendo por las retinas, y nada tiene que ver, de primeras, pero la voz de Sam Cooke se siente aclarada. El corazón de ese hombre siempre estuvo ahí. 

¿Qué constata eso? Se preguntan las dudas que contemplan la escena desde los ventanales abiertos de su templo para insomnes ¡Simple!, concluye una. Que sí existe el amor eterno.

ANATOMÍA DE NUESTROS MUERDOS Y DELIRIOS: INTERLUDIOS (III)

Una luna blanca y llena flota en sus ojos mientras me habla. Pienso que sólo en una parte del planeta es noche y sólo esta parte de la noche es mar. Se refleja en ella mientras me habla, esa blanca y llena luna que flota. Me he despistado. Estamos sentados en un parque y ella lleva un rato diciendo, encadenando palabras que no quiero escuchar. Por primera vez, desde que recuerdo, no quiero. Y sólo oigo, mientras me despisto en un viaje intermitente. Salgo de mí y entro en esa luna, con mis brazos y mis piernas para zambullirme, bucear en algún bonito recuerdo y a continuación subir y estirarme. Flotar boca arriba, haciéndome el muerto ¿Acaso no es eso lo que quiere? Matarme, en ese sentido metafórico que suele doler mucho más que cualquier otra verdad. "Creo que debemos darnos un tiempo", concluye. Menuda indeterminación, para alguien capaz de reflejar cualquier universo. Salgo del agua, me levanto y afirmo con indiferencia. Ya caminando, según me alejo, miro hacia arriba. Una luna blanca y llena flota. No cuelga ningún reloj... Camino sin más.

29 septiembre, 2015

RENACIMIENTO (III): VIDA

Me sorprendió la vida perdido en un páramo de hojas casi secas
que aprendí a escuchar en silencio
en su último atardecer siendo ellas malvas y anaranjados rumores de ramas.

Las despedía en su tránsito alado,
tatareando por dentro el son de su caída según el viento,
tragando una nostalgia por cada nuevo pedacito de manto,
como si así las llevase de vuelta o pudiese engullir el tiempo.

...

Así me sorprendió, la vida,
y lloró de pura risa con sus ojos de primavera infinita,
empapando a las difuntas y emplazándome
a escuchar también el más bello y obvio de sus secretos.

Allí me tumbé,
y dejé pasar los días, semanas, meses, no sé;
masticando el olor de la tierra mojada,
dando graciosas formas a las nubes con mis dedos.

A ratos soplaba con tanta fuerza
que me perdía en el interminable giro de un gallo veleta,
o contaba ovejas que literalmente volaban
y pastores locos detrás de estas, 
con sus bastones rabiando por tocar de nuevo el suelo.

Otros el siseo de la brisa parecía una nana
meciendo a una señora mayor con corazón de bebé;
la letra hablaba de la ingenuidad aun sin memoria
y en mi cabeza quería abrazarla
pensando en lo bello que he vivido y nunca recordaré. 

...

Tantas cosas desaprendí allí tumbado, 
sintiendo,
que al cabo sonreí como nunca al darme cuenta
de que estaba raspando dramas
y bajo la corteza era muy distinto el cuento.

Sonreí y reí y reí, sin miramientos ni hacia mí,
y me deslloré desde los cimientos
para rehacerlos con perdices que también pueden comer.

Las sentí salir de una jaula con el pico lleno de llaves,
dejarse estaciones enterrándolas
y emprender el vuelo con ese orgulloso aleteo
de haber hecho la libertad muy bien.

Fue poco después,
en el mismo instante de posarse en él por primera vez
cuando sentí al árbol cantar bajo la tierra,
como si su raíz fuese la boca abierta de otro universo.

...

No era sino el mismo,
éste que parece cada vez menos nuestro.

Vida clamando a los cuatro vientos su materia:
despojada de más parafernalia
que el desnudo aliento del impulso
recorriendo la suerte no ser inertes
a través de nuestros tallos y arterias. 

¡Lo siento!

No sabía de la savia,
en el sentido abstractamente estricto de saber,
escribiéndome el afuera a mí y para adentro.

Nada sabía del poder,
en el sentido estrictamente abstracto
de la hoja que de la rama de un árbol sale.

NO OLVIDARÉ

Que me sentí emperador
al conquistarme a mí la vida.

Sin ese afán de poseer. 

"¿PARA QUÉ?"

Lucho cada día en mi vida a vida
por no sonreírle a esa extraña forma
de conjugar la felicidad.

Me dejo los puños contra una pared difusa
y creo que soy yo al que rompo
pero no termino de saber cómo:
unas veces soy cemento y otras cristal.

En el caos que son mis nudillos
en su incipiente guerra contra la soledad
empieza a brotar la sangre
y no sé si es mía o de otro Yo más solitario.

Cuando coagula y leo el futuro
habla de los muros que puse a ese oscuro mundo
con una aparentemente tonta pregunta:

¿Cómo destruir con materia lo material?

Exprimo, saco un zumo de mi cerebro
y sólo entonces me comprendo,

Sólo entonces, aún siendo tímido,
quedo de verdad quieto, rojo y mudo,
pensando que no soy yo esa lucha,
ni el cemento ni el cristal.

Salgo de mi cuerpo y río el ojo por ojo
y a la asamblea de majaras
todos asisten para preguntar para qué.

Siempre terminan destruyéndose solos,
como perdidos en el sinsentido de una finalidad
que una vez conseguida exigirán otra
en el bucle infinito del más frío y falso placer.

RENACIMIENTO (V); Dulce y despiadado

Fue mi corazón una cicatriz,
hoy sus dedos
invitándome a un cigarro.

Es mi corazón humo
a menudo estrellado contra un cenicero,
ligero ahora desde sus labios.

También como ellos... ¡Imprevisible e inevitable!

ES MI CAÓTICO MÚSCULO,
DULCE Y DESPIADADO.

Suspendiendo en su aprender sin fin
en la escuela libre de los impulsos entrelazados.

Como las mentes sin rostros,
que se comen mirándose
frente a sus almas espejo
hasta sentirse en el cuerpo del otro.

Como si no existiese
sin la utopía inconsciente
de hacerlo latir en otras manos.

21 septiembre, 2015

ANATOMÍA DE NUESTROS MUERDOS Y DELIRIOS: RENACIMIENTO (II)

El frío abraza las paredes de la catedral
y creo que Dios ni se inmuta
pero un loco se ha subido a lo más alto
para descorchar el tiempo
con la arritmia de sus campanadas.

Eso leo mientras imagino su reflejo roto
en el suelo a cada pisada
cuando corra, ya de vuelta, hasta su casa
con cara de satisfecho.

Hoy llueve a gusto de todos,
las luces de los taxis se difuminan en la avenida
y, dentro, dos recién llegados observan
las gotas que empapan lentamente
a dos jóvenes sobre la acera, despidiéndose a bocados.

Ningún titular lo contará mañana,
pero el tránsito y el amor
también son noticia bajo los temporales
y más si son como este, inesperado.

Yo, mientras, ideo novelas,
poemarios con aire inacabado
y los compases salvajes
de las ventanas cuando son pianos.

No hay monotonía en la lluvia ni adrede,
con tanta mente adicta al arte
de escuchar lo que quiere cuando quiere
o ser cualquier sentido entre hueso y carne.

Mientras leo se eriza mi piel;
agarro con fuerza la manta otra vez
y tiembla en su taza el café:

TAMBORES DE GUERRA VIENEN A VISITARME.