23 octubre, 2015

DOS NADAS QUEMADAS

"Mirándome fijamente no te vas a comer nada",
dijo, a unos siete metros,
con la leve brusquedad que puede alcanzar una mirada.

Yo era entonces aspirante a borracho
haciendo una pasantía en la sala de operaciones
donde se salvan nueve de cada diez madrugadas
y pasé de largo a su lado
con el orgullo barato que gastan los novatos
pensando dejarle con las ganas.

Quién me iba a decir, años después,
que lo recordaría tan bien al volver a verla,
siendo ya un reputado cirujano
en la sala de los indomables pensamientos
donde no te salva de tí mismo
ni uno sólo de cada diez espasmos.   

"Pedirte fuego es poco menos que una coartada",
le dije, a medio milímetro
de un incendio y dos nadas quemadas.

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