03 septiembre, 2008

Ruido de raíles

Una nota, dos, tres… Las encadena con su sonrisa, que a menudo nubla el acordeón que encoge y expande con las manos mientras juega a afinar el universo entre sus dedos. Uno los confunde porque entonan la misma melodía, un tango sacado de la nostalgia y… Quién sabe, a veces suena a esperanza. Cuatro, cinco, seis… Esa mirada contrasta demasiado con las demás. En este vagón, como en todos, la gente no atiende a ningún paso. Cualquier detalle se pierde en el vacío de lo suburbano, donde nadie sabe si el de enfrente está ensimismado o, simplemente, ha dejado que le conviertan en otra máquina. El ruido de los raíles devora momentos como un tic-tac sin sentido, y en cada parada los que llegan al fin de su travesía o cambian de ruta se levantan sin hacer un solo gesto. Siete, ocho… Él no se detiene, pero sí su sonrisa, y se asusta.

Tres paradas. Cambia de vagón. Espera unos segundos. “Damas y caballeros, espero que les guste. Buen viaje”. Buen viaje… Se ríe; alguno le sigue, qué ironía. Y de nuevo se suceden las notas bajo su humilde imperio, otra calada de alegría. Nueve, diez, treinta… A mi lado, dos compañeras de clase charlan: una indecisa (“Joder, verás como suspenda. No sé… Con lo que he estudiado…”) y otra no tanto (“¿Qué dices? ¡ Si estaba tirado!”). Nada importante, pero es su epicentro. Cuarenta, cincuenta… Reconozco la canción por Barrio, una película que nunca he olvidado. Él le da otro toque, vuelve a sonar a añoranzas teñidas. Es su momento, quizá mucho más que una moneda. Imagino que en su bolso se funden las caras con las cruces. No sé si alguien en el vagón lo piensa, pero su mirada manda al desgüace eso de que no hay nada más certero que el dinero. Y me pierdo en su esperanza. Si existe algún profeta, debe ser un músico.

Sesenta, cien… Las máquinas siguen echando humo. Mis compañeras, como autómatas, piensan en alto. “Pfff… Podía dejar de tocar de una puta vez”. Las imágenes más jodidamente tristes de Barrio transcurren en un vagón y en un lanzamiento masivo de monedas, mientras los tres amigos (uno de ellos acaba de morir) observan y esta canción suena. Le miro. Creo que les ha oido. Los demás miran al reloj. Mierda de… Él no se detiene, pero sí su sonrisa.

2 comentarios:

  1. Excelente referencia musical y cinematográfica (aún desconozco el título de la canción... no hay forma de encontrarla!).
    Suena a historia. Me suena. La viví... La L6 y sus músicos ambulantes. En la L3 había unos que tocaban "Hasta siempre" con acordeón y guitarra. En la L10 hubo uno, una vez, que se arrancó por Celtas Cortos y canté con él. Eran buenos tiempos aquéllos...

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  2. Ya... Es en plan "la de Barrio"... Sé que algún día lo descubriremos...SI!!! XD Ahora todavia la tocan de vez en cuando... Pero menos :(

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