08 febrero, 2009

Y después de tanto... (II)



















Soy más que ayer, un verso infinito, me explico:
no sólo piel, si mi alma levita no me limito
a vivir pensando en cuáles son mis méritos
porque sería pedirle al tiempo un crédito,
convertirme en un delito.

Tan distante lo que eres y lo que crees…
eso de perder la fe en los barcos de papel
para dársela al que hace de tu ser una cárcel
es jugarte a ti mismo una bruma cruel.
No quiero convertirme en mi propio perro,
y encima un perro infiel.

Hay hombres de extraños corazones
dentro de terribles máquinas
con la forma de los vencedores
y el contenido de las lápidas….

Otros guardan su fuerza y su fuego
en una espiral llamada ego,
mantienen su propia lucha
y nunca aprenden a escuchar,
ficción fatal de la que nunca salen,
demasiadas condicionales
para que no acabe en un Hasta luego.

Espero no ser nunca uno de ellos,
tampoco sentirme una epopeya
por no serlo, o creerme más,
porque sería sólo apariencia fugaz
como el rápido trazo de un estrella.

Ven a verlo…
A veces te sientes un extraño
en las entrañas de un mundo
que a menudo cambia su muda
y se transforma en triste guadaña...
Cruel, porque secuestra tu ser
y lo araña hasta que no sientes la piel
que ayer era reflejo de su dueño.

Tanto empeño, tantos años...
¡¡¡Qué nos da ese horizonte!!!
¿¿A quién le importa tanto importe??
Tanta mierda empaquetada,
tanta alarma, tantos resortes...
Y no alcanzar nunca la calma,
sólo animales para la doma
esculpiendo su dólmen
siempre a la orden,
sin preguntarnos de quién.

Mira el ahora a través de la ventana,
son tan confusas las noticias
que aparecen en primera plana…
Como la avaricia del que desperdicia
su tiempo en teñirse las canas
mientras ese niño de la guerra
pierde su turno en esta puta tierra
con una arma hasta que otra le entierra.

Y unos gritan Osama,
otros votan Obama,
Desesperación busca cambios
que resuelvan los problemas...
Será que todo va mal,
tantas penas, condenas
que nos atan y queman,
y lo peor de todo:
nadar en este infernal lodo
porque no creemos que podamos
llevar el timón en alta mar.

El rumbo de nuestros pasos
no puede ser un camino manso,
elimina esa idea de ser una masa,
el destino escrito por otros abrasa
y nos convierte en invisibles
incluso ante nosotros mismos,
cuando sentimos la cruda fiebre
de estar sin cuerdas ante el abismo.

Reflexiones bajo un flexo
en las frías noches que derrocha
este día de horas inconexas,
Y río, lloro, escribo, pienso…
Espiral de ideas y sensaciones
que me roen hasta tenerme dentro,
inmerso en la crudeza de un movimiento
de olas tras la tormenta, me reinvento,
quizá mi única salida sean estos versos,
otro intento de atrapar a tientas con mi tinta
el extinto instinto de respirar sobre mis pasos.

Pero ocurre de nuevo, ¿sientes el hielo?
miras al cielo y reconoces el germen…
lo que hay entre el quiero y el puedo
es el crudo espanto de un pájaro joven:
es fácil subir pero no tanto mantener el vuelo.

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