Nacimos Caos y moriremos Hambre
mientras los lobos mastican bostezos
y el silencio cae sobre el asfalto,
allí donde se descarnaron gargantas
contra las bestias y su represión
y se respiró una lluvia de flores
antes de que cayeran el telón
de otras rotas y castigadas revoluciones.
Crecimos con los sueños
y los fuimos sintiendo lejanos,
a medida que los educadores
hablaban del pasado conquistado
y no del que se dejó de lado,
a medida que tus familiares
te hablaban de un porvenir seguro
y no de la posibilidad de volar,
a medida que sus billetes marcados
te mostraban la cola del paro
y no el derecho más universal:
el derecho de resistencia,
la búsqueda de la felicidad.
No sé cuál fue el momento,
ese infame y sádico instante,
en que me perdí a mí mismo
en el tumulto de mis propias
y múltiples contradicciones,
aceptándolas, aceptándome,
como si todo estuviera grabado
a fuego en un porvenir pactado
por los magos del Nada que hacer.
Y la rabia, la insaciable rabia
que atenta contra sí misma
en ésta era de la absurda ciencia,
colmo de inhumanos paradigmas
sobre el progreso y la evolución:
el ser humano quiere avanzar
hacia dónde y cómo sea
aunque el siguiente paso
le deje desnudo ante el precipicio.
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