06 mayo, 2010

Sonríete


Deja a un lado esa mueca triste, dibuja sobre esos labios fríos algún ahora dulce que te inspire más allá de cualquier dolor.

No puedo soportar la imborrable huella de tus lágrimas, su sabor a derrota, un solo minuto viéndote tragar saliva, todas esas flechas salidas de otros frentes contra tu boca y tu pecho y la luz que tantas veces me regalaste sin pensarlo.

Escúpelo. No hay más vida que ésta y eres tanto que me asfixia la simple idea de que no lo grites y te guardes el abecedario y cada trazo de eso que te mata. Déjalo. No hagas caso a la tristeza que te llama con eco de cristales rotos detrás del infame cuarto de baño; olvida ese extraño invierno que sin razón alguna te atrapó.

Créeme, no vendo consejos ni regalo certezas para el alivio. No pienso en qué te calmará ni cuánto quieres que te hable. No soy un psicólogo al por mayor.

Es sólo que te necesito como eres, como sientes, como vives cada instante.

Es sólo para que te reconozcas y de nuevo te recuerdes bajo el manto de la risa, con tu tripa dolorida de tanto contener carcajadas.

Es sólo que necesito tu sonrisa, todo eso que nunca te abandona por mucho que duela e inspire el salado vacío punzante que ahora te agarra.

Es sólo que necesito cada pequeño golpe de azar que cambió tu cara y el cielo, con tu mirada y tus labios saludándose asomándose cómplices por las mejillas.

Abrázalos. Abrázame. La suerte, por suerte, nunca se olvida.



**"Sonríete", dejó escrito mi silencio a los que alguna vez vio sufrir, antes de aprender a articular una sola palabra.

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