14 febrero, 2016

EIDETISMO (I)

La lluvia se acuesta en una ciudad que no duerme,
avanzado el invierno,
hasta mucho después de un sol que nadie ha visto,

anhelo de aullidos
para el lobo que decidió cambiar de turno
y cantarle a la luz.

Infinitas gotas se estrellan contra las cárceles
y puedo ver las calles derretirse
entre letreros, farolas y coches rumiantes

dentro, quizás,
niños grandes encaprichados con la idea
de que la vida sigue sabiendo a colores 
a pesar de todo.

Ahí abajo,
donde la prisa por no mojarse ahoga relojes,
una mujer con paraguas grita
al que parece su amante,

Él corre hasta desaparecer,
entre una gota y otra
en el húmedo abrazo de dos bocas
(paradoja de)
extremidades sedientas
de la fértil patria que puede ser la mente.



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