A ellos llegué yo después de una guerra,
tras la mayor de mis descreencias,
preferir el disparo y la herida a la trinchera.
A tus párpados después de un camino largo,
lleno de girones y tropiezos
sabiendo ya que solo el alma duele de veras.
Tú dormías entonces
y me senté en tus párpados como si la vida
desembocase en una respiración
y para ser contigo bastase con balancear las piernas.
Después subiste las persianas
y descubrí otra aurora bajo tu techo.
Me pregunté
cuántos submarinos cabrían por esas orillas
cuántos metros de profundidad
hasta el corazón que late y delata al dilatar
-pupilas-
Me pregunté
de cuántos colores serías capaz
antes de empezar a perder la cuenta
de registros
si sobreviviría como Capitán
en el desembarco de todos mis nervios.
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