
Se encontraron allí, sin saber dónde, escapando del odio entre trincheras colaterales, antesalas del sufrimiento. Ni tan siquiera un saludo medió la novedad. ¿Qué podían hacer allí tres niños? Comenzaron a jugar. El escondite provocó, entre las ruina y el incesante ir y venir de gentes, más que cualquier otro entretenimiento. Pero tocó pronto esconderse no de ellos, sino de aquellos, adultos uniformados, y aquellas (armas las llaman sin inmutarse). Al menos cayeron los tres en el mismo hueco, cuando sus madres les consiguieron un aparente refugio. Empezaron a hablar, entre el miedo y las risas de la natural incomprensión, soñando como se terció, de ese modo con que los niños se agarran a la imaginación y lo ven todo tan simple... No tardaron en cambiar el mundo una vez más, como hicieron ayer con otros niños, y también solos. Lo salvaron, otra vez.
Aún recuerdo aquellos días. Es maravilloso poder hacerlo, y es una pena que aquellos sueños no fuesen nada, que tres niños no fuésemos nada. Por supuesto, tampoco fuimos nadie. Tantas veces soñamos y danzamos los nadie...brincos entre la luna y el sol de tantas formas como quisimos y, claro, nos negaron…
-¿Algo para comer, por favor?........................................Lo que sea me vendrá bien…Eso sí, póngale un poquito de esperanza, si no le importa,………para que no me mate el hambre.
Firmado: Otro “nadie”.
Aún recuerdo aquellos días. Es maravilloso poder hacerlo, y es una pena que aquellos sueños no fuesen nada, que tres niños no fuésemos nada. Por supuesto, tampoco fuimos nadie. Tantas veces soñamos y danzamos los nadie...brincos entre la luna y el sol de tantas formas como quisimos y, claro, nos negaron…
-¿Algo para comer, por favor?........................................Lo que sea me vendrá bien…Eso sí, póngale un poquito de esperanza, si no le importa,………para que no me mate el hambre.
Firmado: Otro “nadie”.