13 abril, 2014

EL CASINO DE LA VIDA

Entré en el Casino de la Vida por pura casualidad. Aquella noche había cambiado de ruta al volver a casa y, doblando una esquina, lo encontré de frente. Un viejo luminoso con alguna letra apagada hacía parpadear su nombre. El edificio se mantenía en pie entre escombros y ruinas de otros por toda una calle que, sin duda, corrió peor suerte. A uno y otro lado mendigos calentándose con un bidón y vino barato, gritando al gigante que custodia la puerta. “¡Solo una vez más!¡No sabía que sería la única!”. “¡Cambié de nombre! Mira mi identificación, técnicamente... ¡No soy el mismo!”. “Todos merecemos otra!”. Entre exclamaciones me acerqué al guardián. Dos metros y medio de altura avalados por otros tantos de ancho y el aparato de fonación de un barítono dramático que se fumó a su madre.

-Buenas noches ¿Desea usted una oportunidad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario