Intento enviar cada gota del cielo a tus mejillas,
y que sople un viento hecho de muecas en tus labios,
por si aún no tienes claro cómo llueven los recuerdos,
hace poco sonrieron al volver a aquella playa.
Siento tan lejano como profundo cada latido,
enterré ese loco músculo dentro de una vieja lata
y finjo no saber que el hijo de puta sigue vivo
aunque sus ecos en el hueco de mi pecho aún me matan.
Ya no duele el color de la heroína entrando por mi tobillo
ni el miedo a tu dolor que tragaste con esas pastillas,
el camino dejó de ser reunión de pelusas en el pasillo,
quizás por eso de nuevo busco tu mirada en la orilla.
Cuando nada espero, cuando nada llega,
mientras me calienta el fuego
de otras preciosas musas y quimeras,
vienen en estampida los recuerdos
o el solo a veces perceptible traqueteo
de quienes no están hechos para olvidar.
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