28 octubre, 2010

¿Existe el país de Nunca jamás?

En los callejones del mundo se cortan ritmos inéditos; el dolor de las pisadas del odio, la ternura del que aún gatea, el peso de la muerte fulminante.

Me asomo a la ventana y, como cada mañana, esas malditas alarmas avisan. Otro asesinato. No me aparto. Aunque odio esa sensación, no me aparto de la maldita ventana. Como inválido. Sólo pienso. Lo pienso una y otra vez mirándoles con rabia. La belleza nunca muere por sí sola. A la belleza siempre la matan.

Como cada día, la Brigada de Limpieza del Estado se dedica a borrar todo rastro de amor ahí fuera. Lo oigo desde antes de levantarme. Llevan toda la maldita mañana borrando cualquier rastro de amor, de imaginación, de rabia; en fin…Cualquier indicio de libertad. Y me veo aquí, en la ventana desde la que habré observado más de mil asesinatos como éste, inmóvil. Y quiero gritar hasta que mi garganta cae desde el séptimo. “Dejad que llueva, joder”.

Quiero bailes tribales descontrolados. La humanidad bajo mis pies hasta que el cielo empiece a llorar y todos esos pilares caigan. Me resisto a esto. No seré yo quien calle sus pensamientos y se haga de máscaras para alcanzar cualquier maldito status. Ahora que lo único que me queda es todo esto que imagino y trato de compartir; todo lo intangible, lo único que me hace sentir vivo en éste mundo-cementerio. Un poema que viene a tu mano. Una película que os hizo reír hasta después de los créditos. El lienzo que te sugirió sentimientos escondidos. Canciones que son testigos de momentos inmortales. Amor que aún gime en mi memoria. Sexo precipitado en mi deseo que compartiré con ella. Hoy no seré ese Yo al que tus ojos visten para engañarse. ¿Una Brigada de Limpieza del Estado? Bailes tribales descontrolados.

El Estado acusa y la sociedad acepta que acusar es un deber. Veo a esa legión de soldados que limpian y limpian sin saber qué es lo que hacen y, mientras pienso en bailes tribales descontrolados, siento ganas de gritarles de nuevo. No mata la droga. Mata la indiferencia. Apuñala éste vacío. Sangro por cada día de aburrimiento enlatado. Mata cada día que recuerdo nuestros juegos en la plaza y las risas sin fecha de caducidad que ahora quedan en nada más que el eterno deseo de volver.

No matan el humo, las anfetaminas en el cielo ni la nieve sobre el cristal.. Y quiero coger todas sus mentiras y rompérselas en la cabeza. Quiero beber la sangre que brota para recordar que sabe a mierda, y volver a éste rincón prohibido donde dormías conmigo hace mucho tiempo, aunque parezca ayer. Volver a esa habitación de algodón precintada hoy por guardianes de la realidad, donde solían jugar conmigo otros bastardos niños perdidos.

Me pregunto dónde estarán.

2 comentarios:

  1. me gusta, áspero, sanguinolento.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Jordim. Sí, hay pensamientos que no se llevan bien con el tacto.

    ResponderEliminar