30 mayo, 2013

Realismo (b/m)á(s/g)ico

Llegué a la sensatezría con las prisas de siempre. Me faltaba comprar el pan, pero es algo de lo que uno puede prescindir si tiene otros asuntos entre manos. “Póngame dos kilos de cordura y medio de aversipuedeser, por favor”, le dije a Vicenta, la sensatezra, hija de una gran casta de sensatezros, decimonovena en el árbol genealógico y tan bruta como todos sus ancestros. “La virgen, si ayer me dejaste el arcón vacío, tú qué coño tienes hijo mío?”, preguntó. “Creo que estoy loco”, respondí. Ella se limitó a asentir y, tras un soplido y dos madremía, me remitió a un cartel colgado en la entrada. 

AVISO. PUEDE QUE SU LOCURA NO SEA PASAJERA

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