29 junio, 2014

ARROBO

Arrobo juega cada día su propio ahorcado
entre un montón de tecnología
con y sin cable que él mismo ha comprado
para un revival adaptable
a las nuevas leyes del salvaje  mercado.

Se enreda fácilmente
con lo que da de sí su ratón
router, cargador y móvil,
PC, cámara con vibrador
y kilómetros de hipertensión.

Es un hombre de filtros,
según confiesa en su Instagram,
y siempre se siente exiguo
sin una nueva memez para mostrar.

Arrobo repite los manidos argumentos
que escucha en la radio;
es el mismo borderline sin conocimiento
con algo más de vocabulario.

Muy dado a la sobreinformación oficial,
dice saber de todo
y es el perfecto artista multidisciplinar,
a la hora de hacer fotos, 
grabar, escribir, pintar y pseudocriticar;
vive más extramotivado
que TVE retransmitiendo desde la Casa Real.

Fiel creador de la vil profesión
de reinterpretar al camaleón
en el guión que escribe su mente.

Con lengua de serpiente
y humildad de ególatra frustrado
te da educadamente una mano
y con la otra dibuja su traición.

Él, que se comía las pollas dobladas
y a sus "inferiores" torturaba
cuando todo iba mucho mejor,
ahora también las engulle
deja fluir e incluso a veces traga
y finge que nunca hizo nada
mientras protesta con perfecta dicción.

Arrobo saborea bellos púbicos
representando la opinión pública
con su ridiculación coyuntural
del eterno impune,
que lee su necrológica un viernes
para verla olvidada al siguiente lunes.

Cree todo es como la Transición española,
que se olvida todo lo que hiciste
si te conviertes en un "tweepster"
y respaldas por Internet tu fe impostora.

Anarcomunazi y también de centro,
todos podemos identificarle
menos él mismo, que lo lleva dentro.

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