Érase una blanca noche
sin inviernos ni ruido
de hielos en vasos llenos
de mentiras con veneno;
claro en los adentros
de repente esclarecidos.
Me rozaban los silbidos
del silencio hecho de ecos;
uno por cada suspiro.
Siguen por ahí despiertos,
en la duermevela
de su larga brevedad;
recordando que el olvido
también puede no llegar
pero esta memoria nuestra,
igual que duele
nos sonríe sin decir más..
Letras en barcos de corcho
y notas metidas en botellas
que (ahora) y (ahora)
(siempre ahora) lanzamos al mar;
sin pensar si alguien sube,
sin pensar si alguien lee
o alcanza a escuchar.
Todo aquello que (ahora) sientes
qué coño importa a dónde va.
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