Ya apenas quedan treguas
en tu coño, y la guerra se parece, cada vez más, a un genocidio
múltiple sin barricadas, como si las razones de quienes un día me
llamaron loco se hubiesen vuelto universales. Ya apenas quedan
gemidos en el cabecero de tu cama, al menos de esos que a ti te saben
a sincericidio y para mí son bella poesía. Y en la escasez de tu
voz y la multitud de mis silencios, me siento cada vez más
contradictorio, cada vez más solo y abocado a falsas suposiciones...
Si hoy apenas nos comprendemos ¿De qué nos sirve la mutua compañía?
Siempre fue así. Hoy
eres tú la cuerda floja y yo quien intenta hacer equilibrio y se da
de ostias contra el suelo que tiende la cruel verdad. Ayer fue al
revés, y esos cristales que me encuentro en cada caída parecen una
venganza, cuando probablemente sean casualidad en la fría tarima que
a veces nos tiende el karma.
Dile a la reina de
corazones que guardas dentro que me olvide. Nunca aceptaré órdenes
y menos si están congeladas en un laberintos donde no tengo
esperanzas de ver el cielo. Recuérdale que ya sé de las artimañas
que nos depara el ego. Que según te veo por la calle Tentaciones
saco un primer plano y le prendo fuego.
Que ya lo intenté y van
muchos años de lucha contra ambos, Tú y Yo, y termino apagando mi
propio incendio desde los sutiles dedales para puntos de sutura donde
es cada vez más difícil coser mis enfrentados hemisferios:
sinecuarzión y creactividad.
No le des al autocorrector, que
otra vez te vas a equivocar. Sobre cuánto te quiero, y cuánto
me desmonto cuando tú dices siempre Ahora y yo ahora interpreto Siempre en la cena
para idiotas que cada noche convoco/as entre las fronteras de Gotham sin miedo a vomitar.
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