21 septiembre, 2014

HIELO

A menudo despierto sudando 
en los amaneceres fríos 
de las sábanas tiradas por ahí. 

Odio soñar congeladores llenos de fuego, 
latas enterradas con músculos despiertos, 
cajas de zapatos, bolsas de basura 
y ataudes para recuerdos, 
cosas que uno encierra para no volver a abrir. 

Bostezo y froto mis ojos... Aún da miedo 
seguir tan metido en la sala de animales de hielo 
que para olvidarme pulí; 
uno cada vez 
y todos muy parecidos al primero, 
con esa arruga disimulada entre la frente y los tobillos, 
que con un punzón maté, creyendo que me iba a sobrevivir. 

Dónde está el conserje 
de mirada inquisidora que guardaba el llavero 
y me alejaba a ostias de allí 
cuando me veía rondando ese invierno, tentado a repetir. 

¿Sería yo mismo? 
Que incluso disfrazado caí 
en las dudas del doble filo de atreverme a prohibir; 
que entré y me ví, inmóvil pero vivo, 
en cada una de las estatuas 
y tuve que correr por si me congelaba también a mí. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario